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L.M.A.
1/2/20 .- Alcázar de San Juan. Ciudad Real .- José Luis Romeral expone en la galería Marmurán de Alcazar de San Juan (Ciudad Real) y el crítico de arte José Fernando Sánchez Ruiz escribe en el catálogo:
El hacer artístico
de José Luis López Romeral, es libre, libérrimo pero a la vez intensamente
intencionado. Entre sus diversas interpretaciones con lenguajes múltiples
podemos englobar su alfabeto plástico en una idea de abstracción figurativa. La
forma marca una tendencia en cada pintura que es armonizada con el color. En
plena viveza y entre ambos consigue un equilibrio asombroso que es capaz de
contarnos cosas, a través del color y de la forma. Un equilibrio al mismo
tiempo entre concepciones y lenguajes clásicos, modernos e incluso coetáneos.
Ha
encontrado un alfabeto muy personal que ahorma en cada cuadro un discurso
propio que cautiva al espectador.
Un
elemento poco visto en la pintura de Romeral, son los campos, pinturas que
resultan cautivadoras y te incitan a entrar en la obra, por un camino, o entre
las peñas, o bajando de lo alto de un arbusto. De cualquier manera el paisaje
rural nos llama a entrar, mimetizarnos en sus formas y colores. Seguramente lo
hace el artista para captar y devolvernos una parte del paisaje y de la vida
que representa. Estos deben ocupar un sitio privilegiado en los museos,
cautivando a los espectadores, extasiados ante ellos. No nos olvidemos de sus
Toledo, donde, desde el minarete a las torres y a las sinagogas, puedes saltar
de barrio en barrio, buscado esos ojos que te miraron la primera vez que te
situaste frente al cuadro. Oyendo lenguajes aljamiados y palabras sefardíes que
adormecen cualquier otro sentido que no sean la vista y el oído. Toledo arte y
misterio.
Su primera
exposición personal es de1976 perdiéndose el cómputo de las mismas en las
galerías españolas de Alemania, Francia, Portugal, Italia, Holanda, Bélgica,
Luxemburgo, Argentina, Centroamérica, México, EEUU, Japón, etc. Está
representado en diversos museos, colecciones públicas y privadas. Los
reconocimientos en toda su extensión siguen siendo permanentes. Esta tercera
década del siglo XXI que comienza ahora, será lógicamente una prolongación de
su trayectoria de integridad, creatividad y reconocimiento humano y artístico.
Al
margen de otras consideraciones creo que la serie más cautivadora del trabajo
de López Romeral, son sus bodegones interiores, sus mesas camilla. Un símbolo
de lo íntimo. Ni en La Mancha, ni en España, se puede vivir sin una mesa
camilla. En su color, en sus botellas, frutas, cartas, estampas y otros objetos
que el autor ha colocado en ellas, están contenidas las emociones y las
sensaciones del espectador. Cada cuadro guarda mil y una historias que
despiertan en la última fibra de quien lo mira de soslayo, incluso con miedo de
sentirse parte del mismo. Es como en el teatro, para disfrutar en profundidad
de una función, debe ser espejo de lo que conoces o vives.
Es
evidente que cada cuadro nos trae también un trozo del alma del pintor, a veces
locuaz y a veces retraída, dominada por el duende. Romeral domina las técnicas
plásticas a la perfección, en esta serie sus veladuras son más que mágicas,
quitan y ponen lo que a veces nos falta de imaginación. Pero Romeral se
completa como artista inspirado, no solo por dominar la técnica, sino por poner
el dedo en la llaga de la comunicaron mediante el arte. Su obra tiene la virtud
de aparentar sencillez cuando tiene la complejidad serena de poder llegar a sus
espectadores contándole muchas cosas, zarandeándolos por sus experiencias a
base de emociones, Romeral es un pintor que también se caracteriza por el rasgo
humano de su arte, pisando con fuerza sobre la realidad, sin esconderla en
estratagemas plásticas y sin hacerla tan evidente que pierda su fuerza.
La
relación del ser humano con la vida esta contenida en la pintura de Romeral,
eso lo hace recomendable en nuestra vida".
ROMERAL: Azules alegres y brillantes
Por su parte, Gianna Prodan escribe: "En una
atmósfera alegre y festiva José Luis López Romeral, con unas obras llenas de
vibraciones y reminiscencias, nos trae una vez más sus obras a la Galería de
Arte Marmurán. Pero, si bien es cierto que fragmentarias reminiscencias de
Goya, de Matheos o de las tonalidades oscuras de Solana no pueden a menos que
acudir a nuestra mente, sin embargo debemos reconocer que esa larga serie de
obras, que ya son parte de nuestro patrimonio artístico -a veces, no lo
olvidemos, verdaderas obras maestras- no constituyen para L. Romeral ningún
impedimento, ninguna servidumbre que dificulten la clara y auténtica expresión
de su propia voz.
Su
personalidad conoce y encuentra en seguida su propio camino, su ritmo, sus
propios tonos, sus matices... pues no olvidemos que nuestro pintor, aunque
prácticamente autodidacta, es dueño de una sólida y madura técnica plástica y
de un innato sentido del color que ya desde niño, desde sus cinco años de edad
-cuando pintó su primer cuadro- le señalaban el camino del arte. Pero, si el
color es su elemento expresivo más inmediato, más natural y más vital, otro de
sus paradigmas vitales es esa temática popular en que el artista ahonda sus
raíces.
No
podemos a menos que recordar que es seguramente a esas raíces tan suyas que
debe esa pasión vivencial, a la vez profunda y dramática, ese alzarse de un
canto desgarrado y sonoro que le ha llevado a cultivar muy cerca el flamenco y al que, de paso, debe su acercamiento a
nuestra provincia, tan amante de este género musical.
Tomelloso,
La Solana, fueron y son las etapas constantes de su peregrinar por Ciudad Real.
La amistad con Antonio Zarco y sobre todo con Antonio López Mozos le
relacionaron aun más con la villa de Manzanares donde frecuentó las tertulias
del pintoresco mundo del espectáculo a través de su amistad con los miembros
del Grupo de Teatro Lazarillo. Surgió de allí toda una serie de obras de
inspiración flamenca y teatral, siempre sublimadas por el color y por una rica
y sabia materia pictórica adquirida a lo largo de un apasionado trabajo y
oficio.
Pues esa
vocación tan temprana, manifestada ya en su niñez, apartada más tarde frente a
las imperiosas necesidades de la vida, no pudo a menos de hacerse presente con
toda la fuerza de una pasión reprimida ya entre 1981 y 1986 mientras trabajaba
en la cadena de montaje de una importante empresa automovilística. Fue allí
donde, entre uno y otro coche que venía exigiendo su atención y su trabajo,
supo crearse inesperadamente un mínimo espacio temporal que le permitía
realizar unos pequeños y magistrales apuntes con pigmentos sobre papel de lija,
que abundaba allí en la fábrica. Nacieron así esas pequeñas y sorprendentes
notas que hoy integran gran parte de la presente exposición.
Pero
desde entonces, desde la preponderancia de esos sabios y transparentes grises,
de esos blancos lácteos e impalpables, de esas sutiles insinuaciones de rojos o
de ocres el color a ido tomando posesión cada vez con más fuerza en la paleta
de nuestro pintor, como podemos ver en estos cuadros que delante de nuestros
ojos celebran festivos el carnaval.
Fueron
los azules alegres y brillantes, los amarillos llenos de oro y de solaridades,
los verdes insinuando su silencioso misterio y ahora los rojos impetuosos y
dominantes, quienes empezaron a pedir un nuevo espacio, una nueva voz. Una voz
que les consintiera cantar desde el lienzo con el alma de un cantaor apasionado
y solitario, dramático y lírico a la vez, de un cantaor que lleve en el pecho
la cascada del cante porque el cante no conoce solamente el camino de la
guitarra con su bordón de oro o el ronco vibrar de la garganta, más sabe el de
la expresión poética, del verbo literario, de la forma escultórica, y el tono
primoroso de la expresión pictórica cuando se manifiesta con las intensas
sonoridades del color, con las amplias y rítmicas sinuosidades del trazo, con
un sobrio y apasionado lenguaje compositivo, o con toda la intencionalidad, las
sugerencias y las posibilidades de esa dicción visual que posee la materia".
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