sábado, 21 de mayo de 2022

"LA BUENA ESTRELLA". Relato, por Carmen Valero







Relato, por Carmen Valero
Madrid, 20 de mayo de 2022                                                
Disfrutábamos de una jornada al aire libre en la hermosa sierra de Collado Mediano, cuando de pronto el perro japonés Aoi, de raza toshiba comenzó a ladrar desaforadamente husmeando en el césped del jardín. Nori, la cuidadora colombiana de Chieko, una mujer japonesa en silla de ruedas, se acercó a él y comprobó que allí había, medio muerto, un pajarito diminuto, supuestamente caído del tejado o de las garras de otro animal.
Nori, con sus manos prodigiosas -no en balde ha merecido Diploma de Excelencia como cuidadora de personas mayores- recogió la criatura del césped y la arrulló con cariño en sus manos, dándole el contacto y el calor que necesitaba, en medio de palabras cariñosas para el animalito. Cuando se lo mostró a Chieko, ésta quiso llamar al veterinario para preguntarle cómo hacer y alimentar al pajarito herido para que subsistiera. El veterinario recomendó que se le administrara para comer, un puré de huevo, miel y galleta. Nori lo preparó de inmediato.
Llegada la hora de la siesta -la hora sexta que llamaban los romanos- todos nos fuimos a descansar para sobrellevar la canicula de ese momento y Nori se llevó al pajarito consigo, para que reposara caliente y seguro en su pecho. 
Al levantarnos del reposo, todos comprobamos que el pajarito había revivido casi por completo y parecía feliz en manos de Nori, que mostraba satisfecha al pequeño sobreviviente ante Chieko, Aoi, Cuqui y yo.

    Cuando mi hermana Cuqui y yo nos disponíamos a regresar a casa, después de disfrutar del bonito día primaveral, casi de estío, en la sierra madrileña, Aoi volvió a ladrar con fuerza. Yo supuse que era por el revuelo que organizamos los humanos en las despedidas, pero no, el can seguía ladrando con insistencia, hasta que Nori le prestó atención y comprobó que con su hocico le estaba señalando a otro pajarito contusionado en el césped.
    Nori volvió a repetir el ritual de recogida, acurrucado, caricias, calor y nutrición para el nuevo pajarito, que comenzó a sentirse mejor y seguro en aquellas manos prodigiosas de la cuidadora, que agradecía con palabras amables al perro Aoi, por sus desvelos en salvar al pequeñín herido. 
    Seguidamente, Nori improvisó para los dos heridos un hospital de campaña en una caja de cartón y allí quedaban atendidos por las primorosas atenciones de la cuidadora.
    Chieko, con su buen corazón, miraba complacida la escena.
    Cuqui y yo no estábamos dispuestas a irnos de allí, sin que los dos pajaritos recibieran un nombre que los identificara, es la manera de singularizarnos los seres en la existencia. Desconocíamos el sexo de ambos pajaritos, pero daba igual. Colombia y Japón fueron la manera de denominar a aquellas criaturas indefensas, que habían tenido la suerte de ir a parar a la mejor casa de la sierra madrileña, donde habitan dos seres compasivos y excepcionales para cuidarlos. Han nacido con buena estrella.

    A finales de mayo anochece tarde a la espera de San Juan, el 24 de junio, solsticio de verano en que se igualan la noche y el día,  eso nos permitía volver a Madrid con luz natural, que es la mejor para conducir un automóvil, pero aquellos acontecimientos de rescate y salvación demoraron nuestra partida. Sin embargo, regresamos felices, sabiendo que Colombia y Japón estaban en las mejores manos del planeta. 

    Cuqui y yo habíamos contemplado una historia de solidaridad en el reino animal al que pertenecemos tanto los hombres y mujeres, como  perros y aves. El universo sorprende, a veces, con historias de amor como la vivida en Collado Villaba. Donde hay amor, late la vida.
   Nori merece hoy un segundo diploma de excelencia como "cuidadora de animalitos indefensos".

1 comentario:

El caminante de Abantos dijo...

Muy bonita historia como un cuento deniños,pero ha sido realidad entre 2 personas y un perro que se entienden y se conocen como si fueran una familia. Bueno,es que lo son despues de tantas horas juntos pasando momentos tristes,de enfermedades,de incertidumbres y de alegrias por la curacion con el alta medica de Chieco y su vuelta a su hogar con su cuidadora Noria para contar con el recibimiento de los ladridos de Aoi