Julia
Sáez-Angulo
07.10.12 .- El trabajo y la
personalidad del diseñador español Cristóbal Balenciaga ha sido objeto de una mesa redonda titulada “Balenciaga,
el ruido eterno”, dentro de la Jornada de Moda “Pasado, Presente y Futuro” organizada por la
Asociación Moda Universidad y Empresa en el Museo del Traje de Madrid. La mesa
redonda estuvo coordinada por el sociólogo Pedro Mansilla.
Cristobal Balenciaga
Eizaguirre (Guipúzcoa, 1895 – Alicante, 1972) “gozaba con la perfección en su
trabajo”, dijo Sonsoles Díez de Rivera, hija de la marquesa de Lanzol, la mejor
cliente de Balenciaga en España, como lo fuera Marlene Dietrich fuera del país.
“Era un placer verle probar un traje. La modelo se subía a una especie de
pequeña banqueta y el diseñador lo hacía sentado en una sillita con la boca
llena de alfileres”. Le gustaba ir al Rastro a comprar antigüedades y al Prado
donde tomaba nota de la moda española en los cuadros de Velázquez o Zurbarán.
“Los mitos tiene muchas
facetas en la realidad y en la imaginación. Balenciaga era un mito real”,
declaró Enrique Loëwe, presidente de la Fundación Loëwe. “Fortuny era otro mito
y los mitos atraviesan el tiempo”, añadió. Enrique Loëwe, quien contó que suele
ir con amigos a visitar el museo Balenciaga en Guetaria y a visitar la tumba del
diseñador en el cementerio local. De Balenciaga, gran arquitecto de la moda, se
aprendió el diálogo del exterior con el interior de la pieza, como haría más
tarde el célebre bolso de Loewe.
No lo retiró el pret-a.porter
Concha Herranz, jefa de
Departamento de Colecciones del Museo del Traje, señaló que “al tocar los
trajes de Balenciaga se siente su perfección, que sus diseños debieran
contemplarse igualmente por el revés para detectar la desestructuración o
asimetría que en algunos casos llevaba al vestido”. “Balenciaga era arquitecto,
escultor y pintor en su trabajo. Seleccionaba con atención el tejido y era exigente
durante todo el proceso. Los trajes de Balenciga hay que verlos en sus tres
dimensiones, por el anverso y el reverso, de ahí las limitaciones del museo a
la hora de mostrarlos”, concluyó.
Lucina Llorente, técnico del Departamento del Museo de Traje
en Madrid señaló que “todos los
materiales eran validos para Cristóbal Balenciaga a la hora de diseñar un
traje. Los encajes eran sus preferidos y trabajaba todos ellos como si fuera un
artesano, porque sabía respetar siempre el buen trabajo de los artesanos con los
que se relacionaba”. “Supo trabajar las pieles, por ejemplo la vicuña, como
tejido noble más que como ostentación” y con frecuencia las situaba en el
interior de la pieza, al igual que la seda que reservaba para el contacto con
la piel.
Josefina Figueras, periodista analista de moda declaró que
pese a no gustarle el contacto con la prensa, los periodistas siempre lo
respetaron. Se le conocía como “el
fantasma de la calle George V de París y algunos dudaban de que existiera”. “Balenciaga
no quería fama sino prestigio por su trabajo bien hecho” “Los diseñadores más
jóvenes como Givenchy, Ungaro y otros siempre reconocieron a Balenciaga como “el
diseñador de moda más influyente”, concluyó.
Para Sonsoles Díez de
Rivera “Balenciaga no se retiró porque llegara el pre-a-porter, sino porque le había
llegado su momento. Él hubiera hecho un fantástico pret-a-porter si hubiera
tenido menos edad. Le había llegado su hora.
Pedro Mansilla destacó por último que Balenciaga era el
único diseñador capaz de encerrarse con un tejido en una habitación y salir con
un traje hecho, porque sabía todo: crear y diseñar el patrón, cortar, coser y
resolver con el menor número de cortes un vestido para resolverlo ante el pecho
de cada mujer. Eso lo hacía de manera especial a la hora de confeccionar un
traje de boda siempre en blancos especiales que se alejaban del blanco de la
nieve.
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