Teodoro Rubio
Julia
Sáez-Angulo
El poeta Teodoro Rubio Martín (Casanova, Peñaranda de
Duereo, Burgos, 1958) ha publicado su libro de poemas “La memoria se cuelga en
los balcones”, editado por Sial, que fue presentado por el cantautor Luis
Eduardo Aute en el aula poética del Centro Riojano de Madrid, que dirige Charo Cueva.
El libro fue galardonado en junio de 2008 con el
Premio Juan de Baños de poesía, tras
el fallo del jurado compuesto por el grupo Sarmiento y el BBVA de Valladolid.
Bruno Rosario Candelier, poeta hispanoamericano,
director de la Academia Dominicana de la lengua, es el autor del prólogo del poemario
“La
memoria se cuelga en los balcones”, en el que dice:
“La obra poética de Teodoro Rubio es el
resultado de tres insignes atributos que perfilan la personalidad espiritual
del agraciado poeta español: una mente sutil, mediante la cual percibe la
vertiente esencial de lo existente; un corazón sensible, con el que atrapa la
dimensión estética de lo viviente; y una sensibilidad mística, por la que capta
la vertiente divina de lo humano”.
En este nuevo poemario La memoria se cuelga en los balcones, el poeta burgalés
evoca su infancia y con ella el caudal de vivencias entrañables que atesora su
memoria, que convierte en la fuente de su realidad estética, con la que elabora
la sustancia de su creación poética”.
“Yo quiero recoger en
estas manos/ el alma de las cosas,/ que pesan sobre el hombro de esta vida,/ ya
gastada de pájaros, y ofrecérsela al aire”, dice uno de los
poemas de Teodoro Rubio.
“ Nuestro
poeta parece vivir místicamente la vida. Decía Martín Heidegger que los
antiguos griegos vivían poéticamente el mundo. Teodoro Rubio vive como un
antiguo griego insertado en nuestro tiempo, en una sociedad moderna y
desacralizada, pero con su firme vocación religiosa y su acrisolada vocación
poética, le endosa a la vida y a su creación la amorosa disposición de su
sensibilidad y la ardorosa inclinación de su espiritualidad para matizar con la
onda de lo divino cuanto captan y privilegian sus sentidos. A esa vivencia
poética, luminosa y edificante que hay en Teodoro Rubio, se suma la cosmovisión
teológica de su concepción espiritual, que permea su escritura y da brillo a su
inspiración”, explica Candelier.
“Muchas veces la infancia me sorprende/ como un continuo otoño de cigüeñas,/ que deshojan mi vida, y los recuerdos / se
alfombran a los pies de la mañana./ Muchas veces el alma se me esconde/ en los
juegos de niño y me dibuja/ una raya en el centro de mis ojos/ y contemplo
luciérnagas volando/ y su luz es la voz en el silencio”, dice el autor en otra
composición poética.
“Teodoro Rubio canta lo que estremece
su sensibilidad empática con una amorosa actitud de identificación en cordial
sintonía con la esencia del mundo. Ese modo de ser y de crear hace que la
inspiración poética irradie una vibración profunda. La más poderosa fuerza en
este fecundo poeta interiorista es la energía divina que nutre su sensibilidad
y su conciencia. Es decir, la
dimensión más poderosa en la poesía de Teodoro Rubio, la que alienta la
apelación interna y mística de lo viviente, fluye como una iluminación que lo
embriaga de infinito. En virtud de su conciencia espiritual, el poeta
experimenta una empatía cósmica y una ternura mística, intensa y entrañable, que se expresa en su amorosa mirada hacia
los hombres, los animales, las aves, el mar, los caminos, etc. Participa
nuestro poeta del vínculo espiritual de lo viviente, que canaliza en su
creación poética, dándole categoría espiritual y estética a un elevado ideal de
vida”, añade Candelier.
No hay comentarios:
Publicar un comentario