Julia
Sáez-Angulo
Annibale
Vasile (Palermo. Italia, 1933 – Roma, 11 de junio de 2014) era un periodista nato y lo
demostró hasta el final de sus días, difundiendo la noticia y el comentario –después de su
jubilación- a través de un continuo paletto,
que informaba digitalmente a todos aquellos que se suscribían libremente y que, desde luego, sus amigos no perdíamos.
Profesional de la Radio
Televisione Italiana, R.A.I., Annibale fue corresponsal en Madrid durante
diecisiete años –de 1980 a 1997-, durante la dictadura y la transición, por lo
que conocía muy bien España. En 1986 fue nombrado primer presidente del Círculo
de corresponsales extranjeros en España, donde era respetado. Obtuvo, entre otros, el premio Europa Puente de Oro "por haber contribuido a dar a conocer el interés de la opinión pública española por el proceso de unidad de Europa".
Annibale Vasile
Annibale Vasile
Hombre
de una gran cultura académica y libresca, su biblioteca sobre España era
magnífica (¿qué será ahora de ella?) principalmente en historia, política, dinastía
real y arte. Sus continuos encargos desde Roma a la Librería Pons, entre otras, le
hacían estar al día del debate político intelectual de España, país al que
amaba, pese a su gran sentido crítico sobre el mismo.
Conocer es amar y Annibale
Vasile no cejaba en conocer más y mejor la idiosincrasia de los españoles a
través de la observación y crítica puntual de los acontecimientos diarios y de
los libros que acogían un debate más distante y sereno. A veces calificaba de
áspero el carácter y comportamiento social de los españoles, frente al arte de
la cortesía o del debate permanente que siempre da salida al adversario y deja
la puerta abierta en su país.
Vivía en el conocido
barrio romano de El Testaccio, cercano al puerto del Tiber donde desembarcaban
las tinajas de aceite que llegaban de Hispania y los mármoles que iban a ornar
la ciudad (de ahí el nombre de la cercana larga vía Marmorata); es un barrio construido
a primeros del XX, con casas en torno a un gran patio ajardinado, que provee de
luz y sol a todos sus vecinos. En este barrio, trufado de calles con nombres
como Vannvitelli, Betone o Américo Vespuccio, vivió la escritora Elsa Morante,
primera esposa de Alberto Moravia. Pasear con Annibale Vasile por su barrio era
una amena conferencia histórica del mismo, entre saludos de distintos vecinos,
amigos y comerciantes que lo apreciaban. Paseo que terminaba en la cercana
pizzería al horno.
Hombre de corbata de
lazo, Annibale donó una de sus pajaritas de fiesta, al Museo del Traje en
Madrid. Su nombre figura en el muro de los donantes.
Contó
con amigos muy queridos y admirados en España como Eugenio Nasarre, Ángel
Expósito, Antonio Pelayo, José María Pérez, Josto Maffeo, Luis Domínguez,
Miguel Ángel Bastenier, Enmanuela Gambini, Roger Jiménez, Valentí Gómez i
Oliver, Miguel Gil, Agustín de Celis, Miranda d´Amico y quien esto suscribe.
A
Annibale Vasile le gustaba conversar. La palabra era un test para él ante el
interlocutor o quien tenía enfrente. Le gustaba tantear la opinión ajena del
pueblo anónimo para rastrear la opinión pública general. Para ello trataba de
entablar conversación, no exenta de humor, con el conserje, el taxista o el
camarero y después de hablar con ellos daba un veredicto de “persona con
espíritu” o sin él.
Era
un hombre al que le gustaba comer bien, aunque sin necesarios lujos. Disfrutaba
con la pasta en su punto y un buen café, lo que no siempre encontraba en España
–ni siquiera en los restaurantes de italianos- para su desesperación. Era
exigente en este campo. Iba mucho a Casa Ciriaco y con frecuencia le
acompañábamos los amigos. Ángel y Fredo, dueños de establecimiento, colgaron en
sus paredes una foto de Annibale como cliente fiel, con el que conversaban
siempre con humor.
Disfrutaba
con el arte y lo valoraba a la hora de
enviar crónicas a la televisión italiana. Era el primer y mejor corresponsal para
informar a su país sobre las grandes exposiciones que se llevaban a cabo en
España. No en balde, Italia es la patria de la gran pintura europea y el país
con más patrimonio histórico-artístico.
Hubo
un tiempo en que coleccionó cuadros de pintura naïf por lo que tenían de candor
y humor en el dibujo, sobre todo de aquellos temas tópicos o castizos de
España. En su despacho, ahíto de
periódicos y papeles, colgaban fotografías de personajes de la política, la
sociedad o las artes, que le habían resultado singulares o simpáticos.
Coleccionaba soles de todo tipo, por lo que no era difácil hacerle un obsequio.
Los
regalos son con frecuencia el eco que queda de los amigos desparecidos. Yo
conservo de él, un grabado del padre Feijóo, clérigo ilustrado contra las
supersticiones y descaminos de los españoles, que él admiraba en medio de sus personajes
queridos, casi siempre de la Ilustración y el libre pensamiento.
No
quiso escribir libro alguno sobre España, por mucho que le animamos algunos
amigos. Lo hubiera hecho muy bien por conocimiento de causa y sentido crítico.
El periodismo cotidiano y la lectura devoró la escritura libresca que requiere
aislamiento y concentración mayor. Como Borges, se sentía más orgulloso de los
libros leídos que de los escritos.
Tenía
una hermana, Gabriella, también periodista, que trabaja actualmente en la
R.A.I.
Muchos le querían. Yo, por supuesto. Pido una oración por él y por todos nosotros.
Muchos le querían. Yo, por supuesto. Pido una oración por él y por todos nosotros.
1 comentario:
Addio caro Annibale, mangiati un meritato "churro" in paradiso
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