L.M.A,
“Yo también soy de Macondo”, dice uno de los apuntes escritos en el libro de condolencias que hoy se abrió en la Feria del Libro de Madrid para que los visitantes rindiesen homenaje a Gabriel García Márquez. Otro lector anotó: “Nací en tu tierra y he vivido en tu mundo de palabras”. La palabra más repetida en los mensajes es gracias. Gracias por Cien años de soledad, por El coronel no tiene quien le escriba, por Relato de un náufrago, por El general en su laberinto, por todos los libros que han despertado o alimentado la pasión por la literatura de tantos lectores. Muchos de ellos, además, quisieron participar en la lectura continuada de Cien años de soledad que se prolongó durante toda la jornada.
Luis Eduardo Aute: “Cuanto más se lee, mayor es la capacidad para soñar”
“Todo está en la lectura. Y en esta Feria del Libro de Madrid se encuentra no el mundo, sino el universo”, afirmó hoy domingo Luis Eduardo Aute ante el Micro de la Feria. Los libros, añadió, incitan a “reflexionar sobre el sentido de la vida, sobre la razón por la que estamos en este globo que gira sobre su propio eje sin ir a ninguna parte”. Aute concluyó deseando libros, lecturas y sueños a quienes escuchaban sus palabras: “Invito a todos a que lean todo lo que puedan. Cuantas más lecturas, mayor es la capacidad para soñar”.
Andrés Ibáñez: “Leo porque sé que la vida verdadera es poesía”
El escritor Andrés Ibáñez, micro del sábado en la Feria, quiso compartir los motivos por los que lee, ya que tiene, desveló, “una terrible sospecha”: “La de que yo no soy realmente yo, o de quién deseaba ser. Leo para intentar recordar aquella sensación, la sensación de ser yo, de ser real, de ser”. Solo la lectura le libera de la sensación de ser “la figura de un sueño que ha comenzado a sospechar que en realidad no es nada”. “Leo poesía en verso o poesía en prosa porque sé que la verdadera vida es poesía. Leer –concluyó– es igual que caminar bajo los árboles con la ilusión de llegar a un lugar hermoso. No hay sombra más acogedora que la lectura”.
El fútbol: la emoción universal
Cada uno cuenta la feria según la va y cada uno analiza su relación con el fútbol en función de su propia vida. Coinciden Santiago Roncagliolo (La pena máxima) y Eduardo Sacheri (La vida que pensamos) en que su relación con el fútbol es una metáfora de sus vivencias: nada futbolero en su condición de peruano y vociferante hincha en su faceta española el primero; aficionado por obligación nacional el argentino Sacheri. Ambos participaron en la mesa redonda “Literatura y fútbol” organizada por Alfaguara. El redactor jefe de deportes de El Mundo y moderador del acto, Orfeo Suárez, asentía: “El fútbol es capaz de emocionar a todo el mundo, nos devuelve a lo tribal”. No entendamos emociones como algo únicamente “hermoso y sublime”. Y es que el nivel de angustia con el que Sacheri espera el último partido de su equipo es “objetivamente ridículo”.
Vicente Ferrer, Rumbo a las estrellas
“La tierra de los olvidados es hoy un campo de esperanza”. Esta es la última línea de Rumbo a las estrellas y la preferida de Ana Ferrer, viuda de Vicente Ferrer: “En una sola frase se explican 45 años de trabajo en India”. Desde la mirada sutil y cuidadosa de su autor, Manuel Rivas, el lector va descubriendo al personaje al tiempo que lo hace el propio escritor. “Vicente Ferrer es una palabra cooperativa, una figura capaz de convertir un no lugar en un lugar”, ha explicado Manuel Rivas, quien aceptó la invitación de La Fundación Vicente Ferrer sin sospechar que “ese viaje exterior se convertiría en un viaje interior en el que avanzas por una tierra desconocida que también está dentro de ti”.
El actor Imanol Arias desveló que encarnando en la televisión la figura de Vicente Ferrer había descubierto que la solidaridad es una forma de estar en el mundo: “He entendido que nací para ser humano, que hay que tener el corazón abierto, que hay que ayudar al necesitado, aunque esto no nos haga menos necios, y que nadie pierde con el reparto justo, solo se pierde cuando no hay reparto”.
Por qué nos preguntamos cosas, premio Kiriko
“Por qué las cebras tienen rayas” es una de las preguntas que plantea el libro ganador del IV premio Kiriko,Por qué nos preguntamos cosas. “Las cebras son muy listas y no contestan”, responden los textos de Victoria Pérez Escrivá y las ilustraciones de Javier Zabala. Editado por Thule y recomendado para niños entre 6 y 8 años, ha sido seleccionado por un jurado de libreros que forman parte del Club Kiriko. Delicioso, sugerente, divertido, abierto, plástico, “absurdo en el buen sentido, a lo Gianni Rodari”, Por qué nos preguntamos cosas nos recuerda que no lo sabemos todo, que una parte de nosotros y del mundo siempre será un misterio.
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