Julia Sáez-Angulo
Cumplir
cuarenta años lleva a la crisis de demon
de midi –demonio del mediodía- que
dicen los franceses. Es el demonio que tienta en la mitad de la vida a casados
que les gustaría recuperar su libertad o a los clérigos que desearían hacer lo
mismo. Es la tentación de cambio que se produce la mitad de la vida, la gran
prueba vital en la que se rompe o se sigue después de una buena reflexión.
De esto trata la obra
teatral Al final de la carretera de Willy
Russell en el Teatro Fernán Gómez de Madrid
La pieza
se resuelve en una comedia de costumbres, más que en el drama profundo que es
la tentación del “mediodía”, como lo hubiera enfocado un Arthur Miller, por
ejemplo. La versión de la obra de Rusell, traducción y adaptación, es de Juan
Carlos Rubio. La dirección, de Javier Olivares.
Cuatro
actores ponen es escena del Teatro Fernán Gómez de Madrid, la situación en una urbanización de fuera de la ciudad,
donde no hay mejor cosa que hacer que
vigilarse unos a otros y tratar de subir en estatus respecto al vecino, de
ganar refinamiento en comidas y vinos… en tontería, en definitiva.
Los
nombres de los actores: Mélani Olivares, Manuel Vaqueiro, Marina San José y
Raúl Peña. Todos ellos ágiles, desenvueltos, cumplen su papel dando vida a
Laura, Rafael, Victoria y Alfonso.
Las
gracias, los chistes, el humor… se han adaptado a la situación española, con la
música de David Bisbal o con los nombres de las calles de la Zarzuela española,
algo que la hace más cercana, pero quizás también más costumbrista. La gente se ríe con la obra Al final de la carretera, una obra digna
de versión y representación, aunque el tema se presta a una profundidad y drama
mayores. En Al final de la carretera el
final no está muy razonado, aunque el final abierto sea quizás el más adecuado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario