La exposición El
gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935, que se podrá ver en Madrid, en
la sede de la Fundación Juan March (www.march.es,
Facebook, @fundacionmarch, +fundacionmarch), entre el 26 de marzo y el 28 de
junio, quiere ofrecer la oportunidad de conocer,
juzgar y disfrutar del que ha sido llamado “el último estilo total” de la
historia: el difícilmente definible art
déco. Ésta es la primera muestra que se le dedica en España y también la
primera en celebrarse fuera de un museo generalista o de artes decorativas, en
una institución con un programa de exposiciones centrado fundamentalmente en el
arte moderno.
La muestra no es –y al mismo tiempo sí es–
una exposición “de” artes decorativas. Cuenta con sobresalientes ejemplos de
piezas adscribibles a aquellas, pero ha sido muy precisamente concebida y
desarrollada en abierto desafío a la ya tradicional separación –tan estricta
como demasiado fácil para ser verdadera– entre las bellas artes y las artes
decorativas o aplicadas, típica de nuestra conciencia estética contemporánea,
musealizada y moderna en el estricto sentido histórico de esta palabra. La
exposición quiere cuestionar la casi total ausencia del art déco en la historia del arte moderno, en sus
manuales y también en la práctica curatorial y vindicar –tal y como ha ocurrido
en algunos casos ejemplares a partir del revival déco que se produjo a
partir de los años setenta– no solo la obvia belleza del art déco, sino el interés
y la complejidad cultural y artística de su peculiar carácter moderno.
Lo que conocemos como art déco fue un estilo
alternativo a la vanguardia: significó una modernidad más pragmática y
ornamental que utópica y funcionalista y acabó convirtiéndose en el gran estilo
del deseo y el gusto modernos, tan característicos de las sociedades
occidentales y del capitalismo de las primeras décadas siglo XX.
El gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935 se organiza en ocho secciones, cronológicas
y temáticas, a través de las que se narra un fenómeno tan fascinante como poco
conocido. Con más de trescientas
cincuenta piezas de pintura, escultura, mobiliario, moda, joyería,
perfumería, cine, arquitectura, vidrio, cerámica, laca y orfebrería, además de
tejidos, encuadernaciones, fotografías, dibujos, planos, maquetas, carteles
publicitarios y revistas, la exposición combina reconstrucciones y recreaciones
que testimonian el gusto moderno y el aire de un tiempo tan difícil de captar
como presente en nuestra cultura contemporánea.
Buena parte de las obras seleccionadas,
procedentes de más de cincuenta colecciones públicas y privadas de Europa y
Estados Unidos, se caracterizan por dos notas: muchas de ellas son obras valiosas
y poco conocidas, pero de autores célebres; otras son igualmente valiosas, pero
de autores desconocidos para el gran público. Son 122 artistas,
artistas-decoradores, diseñadores, couturiers,
interioristas, arquitectos, artesanos o ensembliers
a través de cuyas obras se articula un relato expositivo que busca los orígenes
del art
déco en el París de la primera
década del siglo XX, revisa el cubismo como una de sus fuentes y ofrece una
panorámica del lujo y la funcionalidad de los interiores franceses de los años
veinte. La muestra recorre después la Exposición Internacional de Artes
Decorativas e Industriales Modernas de París en 1925 y presenta una cuidada
selección de objetos resultantes de los procesos de seducción para el consumo y
creación de nuevos hábitos sentimentales, corporales e intelectuales que el art
déco ejerció sobre la moda, la perfumería, los complementos y los
objetos decorativos durante los años veinte y treinta.
El
gusto moderno. Art déco en París, 1910-1935 se demora también en la presencia de lo
exótico en el art déco –centrada en la Exposición Colonial de 1931 en París–
y llega hasta mediados de los años treinta, cuando la peculiar modernidad del art
déco se reúne y se mezcla con
aquellas nuevas formas –las de Charlotte Perriand, Le Corbusier o Eileen Grey–
habitualmente identificadas con la modernidad, de cuya historia el art
decó, curiosa e injustamente,
parece casi no haber formado parte.
CATÁLOGO
La muestra está
acompañada de un catálogo (en dos ediciones, castellano e inglés) que ofrece
una exhaustiva introducción al art déco, así como la descripción y
reproducción de todas las obras en exposición. Reúne un significativo conjunto
de ensayos y textos que componen una visión del art déco al mismo tiempo
amplia y detallada, que proporcionará a los lectores una
completa introducción a nuestro tema. El proyecto ha contado con el profesor Tim Benton como comisario invitado y con la colaboración de Ghislaine Wood como asesora especial:
ambos fueron responsables de la exposición Art
Déco, 1910-1939, celebrada en el Victoria and Albert Museum en 2003. Los ensayos fuertemente interpretativos de Benton -convocado por la Fundación
Juan March a la vista no sólo de su conocimiento del tema, sino sobre todo
de su aproximación a él desde el conocimiento de la modernidad y sus figuras,
singularmente la de Le Corbusier-, José
Miguel Marinas y Tag Gronberg se
combinan con los acercamientos en detalle de Emmanuel Bréon, Ghislaine Wood, Évelyne Possémé, Hélène Andrieux, Agnès Callu,
Carole Aurouet y -para el peculiar
caso español- Francisco Javier Pérez
Rojas.
En el catálogo se
encuentra también, junto a la pormenorizada catalogación de todas las piezas,
un amplio abanico de ilustraciones -casi un millar-, muchas de ellas reveladoras
de un art déco sorpresivo:
un art
déco oculto, desconocido, no
vulgarizado y de una sofisticada calidad: un arte que deseaba, en muchos casos,
difundirse hasta democratizar y universalizar lo que hoy se puede llamar con
precisión “el gusto moderno”.
UNIVERSO DÉCO
En paralelo, conferencia
y concierto inaugural, ciclo de
conferencias y de cine
El jueves 26 de marzo se
ofrece un concierto inaugural, Mélodie déco, en el que la soprano Laia Falcón y la pianista Carmen Martínez Pierret interpretan un
programa de canto y música con obras de Francis Poulenc, Maurice Ravel, Mischa
Spoliansky, Eric Satie, Maurice Yvain, Ernesto Halffter, Alberto Ginastera y
Kurt Weill. Previamente, Tim Benton, comisario
invitado dará la conferencia inaugural.
A lo largo del mes de abril, coincidiendo con las primeras semanas de
exhibición de esta exposición, que podrá verse en Madrid, en la sede de la Fundación Juan March, hasta el 28 de junio, se ha programado un ciclo de
tres conferencias y dos películas que giran en torno al Universo déco.
*Jueves
9 de abril: Román Gubern: Art
déco en el cine
Reaccionando
contra el modernismo floreal, curvilíneo y recargado, o Art Nouveau de la belle époque, anterior a la
Primera Guerra Mundial, el art déco ascendió como una escenografía
de la modernidad más estilizada, en compañía del jazz, de las flappers faldicortas, de
los primeros automóviles de carreras, del constructivismo soviético y del
dinamismo propio de los años veinte. Su nacimiento oficial tuvo lugar en París,
con motivo de la Exposición
Internacional de las Artes Decorativas e Industriales Modernas (abril-octubre
de 1925), para la que el arquitecto Robert Mallet-Stevens, que llegaría a ser
en 1929 el primer presidente de la Unión de Artistas Modernos, realizó el Pabellón
de Turismo. Como apóstol de la modernidad art déco,
a Mallet-Stevens le interesó el cine y resultarían ejemplares sus
colaboraciones con el director francés Marcel L´Herbier en sus filmes La inhumana (1924) y El vértigo (1926), que
causaron asombro en su tiempo. Para dar una idea de la sofisticación
escenográfica del primero de ellos recordemos que Mallet-Stevens se ocupó de
los decorados en exteriores, pero el pintor cubista Fernand Léger realizó los
laboratorios, Pierre Chéreau se ocupó del mobiliario, los objetos decorativos
fueron una aportación de Lalique, Puigforcat y Jean Luce, las joyas procedían
de Raymond Templier y el vestuario de Paul Poiret.
Una insólita
conjunción de talentos para erigir unos entornos escénicos basados en la
división del trabajo y que daban la razón al pintor Charles Dufresne cuando
afirmó que “el arte de 1900 perteneció al ámbito de la fantasía, el de 1925 al
de la era de la razón”. Los materiales predilectos de la nueva estética fueron
el acero, el vidrio, la cerámica, las maderas nobles y el marfil. Y su canon la
elegancia geométrica basada en la simplicidad. Y sus entornos se emparentaban,
de algún modo, al futurismo, al cubismo, a la música de Igor Stravinsky y a la
estilizada figura de Josephine Baker, que triunfaba en todos los escenarios.
Los estudios de Hollywood, atentos a las modas estéticas europeas, hacían que
sus técnicos estudiasen con atención aquellas películas innovadoras que
llegaban de Europa, aunque luego no se estrenaran en sus salas públicas.
Y así el art déco llegó
a los estudios de la capital del cine, en las escenografías que representaban
hoteles de lujo, pisos de millonarios o en los números corales de sus revistas
musicales, mientras en Chicago y en Nueva York se alzaban ya elegantes rascacielos
hechos de acero y cristal, como exigía Mies van der Rohe. La irrupción del art déco en
el cine coincide con su madurez como arte sofisticado, en los felices veinte, que se
truncarán al final de la década con la Gran Depresión. Pero antes su
irradiación habrá llegado hasta la Italia fascista con sus films llamados “de
teléfonos blancos”, cuya acción se ubicaba en lujosos ambientes burgueses que
albergaban enredos amorosos, y hasta en algunas comedias españolas realizadas
en vísperas de la Guerra Civil. Al fin y al cabo, el art déco,
de matriz parisina, se había convertido por entonces en un estilo internacional
y en un canon de elegancia estética de carácter universal.
Román Gubern es
catedrático emérito de
Comunicación
Audiovisual de la Universidad Autónoma
de Barcelona y ha
escogido las dos películas que se proyectan
en este ciclo.
*Martes 14 de abril: Estrella de Diego: Vestirse de
déco
En 1925 se inauguraba en París la gran Exposición Internacional de las Artes
Decorativas donde se mostraban, entre otras, las creaciones de
Sonia Delaunay o Rodchenko, desde lo más imaginativo a lo más funcional. Se
trataba de un momento esencial en el lanzamiento y visibilización del
llamado art déco, dado que la idea esencial
era preparar productos sofisticados, a menudo de alta gama, producidos en
serie, como ocurría con la alianza de la propia Delaunay con Mertz & Co,
los almacenes holandeses que decidían manufacturar sus diseños.
En este contexto la moda iba a tener un
papel esencial, sobre todo entre esas “Nuevas mujeres” que, más libres y más
conscientes de su papel en el mundo, buscaban también nuevas maneras de
representarse. De hecho, esas mujeres aspiraban a vestirse a la moda, una moda
que poco o nada tenía que ver con las estrictas reglas de sus madres y sus
abuelas. Se trataba de una moda libre e imaginativa, a veces inspirada en lo
exótico, los Ballets rusos o los movimientos de vanguardia. Esas producciones,
inscritas de lleno en el espíritu déco, serán las que
revolucionan a su vez la propia puesta en escena de las “Nuevas mujeres” que
deciden vestirse de déco. Vestirse, pues,
de modernidad. Llenar sus casas y sus vidas de ese nuevo espíritu que tiene
mucho de artístico.
Me voy a centrar, por tanto, en los
cambios en la estética de la moda y el consumo y sus relaciones con las “Nuevas
Mujeres”, de pelo “a lo garçon”
y trajes tubo, así como sus nuevas estrategias de representación, haciendo un
recorrido que incluirá grandes diseñadoras como Schiaparelli o la propia Sonia
Delaunay.
Estrella de Diego
es catedrática de Arte Contemporáneo de la Universidad Complutense de Madrid
*Jueves
16 de abril: Juan Manuel Bonet: Atlas déco
Me propongo plantear un viaje
planetario por el art déco. Movimiento
cuyo epicentro se sitúa en el París de 1925, y concretamente en su Exposition Internationale des Arts
Décoratifs, el déco cristaliza
entonces, en la propia Francia, en una serie de realizaciones arquitectónicas,
plásticas y gráficas, siendo asimismo de destacar lo hecho en el campo del
mobiliario, de la vidriera, de los tejidos o del tapiz. Son los años de Louis
Barillet, de Cassandre, de Da Silva Bruhns, de Sonia Delaunay, de Jean Dupas,
de Elena Ízcue, de Pierre Legrain, de Tamara de Lempicka, de Robert
Mallet-Stevens, de los hermanos Martel, de Jean-Charles Moreux, de
Georges-Henri Pingusson, de François Pompon, de Michel Roux-Spitz… En ese París
triunfan ilustradores españoles como Eduardo García Benito, Carlos Sáenz de
Tejada, o Tono. Durante el período de entreguerras el déco
francés es pujante y muy visible, tanto en el campo de la arquitectura civil -oficializándose
en el conjunto de edificios del cual se dota París cuando la Exposición de
1937, varios de ellos ubicados en la colina de Chaillot- como en el de la
religiosa, sin olvidar el microcosmos que representan los grandes paquebotes.
Paul Morand sería un ejemplo de literatura déco.
En los Estados Unidos, el déco se hace "stream line", tanto en Nueva
York -recordemos el Rockefeller Center- o Chicago, como en Miami o en la Costa
Oeste. La expansión internacional del déco se documenta
mediante un recorrido por algunas de sus capitales, y así a las ya citadas
vienen a sumarse, en Europa, Madrid -con obras tan emblemáticas como los cine
Barceló y Europa de Luis Gutiérrez Soto, o el edificio Capitol, de Eced y
Martínez Feduchi-, Barcelona, San Sebastián o Valencia -aunque se aludirá
también a lugares más periféricos, como Alicante, Almería o Pamplona-, Londres
y otras británicas, Berlín y otras alemanas, Roma y Milán, Lisboa y Oporto, o
Bucarest; en África, Tánger, Casablanca, Dakar o Asmara; en Asia, Ankara,
Shanghái o Hanói; en Latinoamérica, México, La Habana, Buenos Aires,
Montevideo, São Paulo, Río de Janeiro…
Juan Manuel Bonet
es escritor y crítico de arte. Dirige el Instituto Cervantes de París y ha sido
director del IVAM y del Museo Reina Sofía
CINE
Martes 21: Metrópolis
(1926), de Fritz Lang
Jueves 23: Salomé
(1923), de Charles Bryant
Ambas
películas presentadas por el guionista y director de cine Antonio Giménez-Rico
El
coordinador de este ciclo, Román Gubern,
argumenta así sobre la presencia del art déco en las dos películas
elegidas: “Aunque el art déco fue un movimiento de origen
francés y en su cine produjo obras maestras en el plano escenográfico, pronto
fue adoptado en otros países.
Uno de
los ejemplos lo ofreció la actriz y productora Alla Nazimova, actriz y
bailarina de origen ruso y educada en Suiza. De su colaboración con la
diseñadora Natacha Rambova, nació el film estadounidense Salomé (1923), basada en el drama homónimo de Oscar Wilde y que
dirigió Charles Bryant.
Muy
distinto fue el caso de Metrópolis (1926)
del vienés Fritz Lang, que ha sido justamente catalogada como expresionista, pues
ese es el estilo de sus escenarios más sombríos, como los que muestran las
penosas tareas de los obreros en sus catacumbas. Pero resulta muy notable
constatar que cuando el director muestra la vida de las clases altas, sus ocios
y sus moradas, el estilo elegido está fuertemente contaminado por el art
déco, que se había convertido por entonces en Europa en un estilo
internacional que connotaba modernidad y buen gusto. Como en el caso de Salomé, no puede afirmarse que Metrópolis sea un film ortodoxamente
adscrito a la escuela del art déco, pero es evidente que sus
efluvios impregnan las imágenes en las que se mueve su clase dirigente. De
manera que, como ha ocurrido con otros estilos escenográficos del siglo XX, la
irradiación francesa del art déco conoció versiones
dialectales localistas en otras cinematografías, incluso muy distantes de su
epicentro.
El gusto moderno.
Art déco en París,
1910-1935
26 de marzo – 28 de junio 2015
FUNDACIÓN JUAN MARCH
Madrid
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