Adriana Abizanda Saro
L.M.A.
Adriana
Abizanda Saro, (Albacete, 1994), residente en Madrid, dio sus primeros pasos en esta ciudad y
comenzó su camino al mudarse con 18 años para estudiar Medicina en la Facultad
Autónoma de Madrid. Fue la velocidad de la ciudad la que le hizo crecer y, con
ello, evolucionar en su escritura. Muestra al público sus primeros poemas a sus
21 años en la exposición “Herror en el sistema” de la mano de su tía Carmela
Saro Bernaldo de Quirós (artista) y su primo Álvaro Morales Saro (director de
un corto).
POEMAS
Eso
de te quiero,
libre.
Eso
de venir a reclamarle al cielo
que
devuelva la luz
con
la que se está alimentando.
Para
qué rompería costillas
cuando
puede robar pulmones,
trayendo
los truenos
para
que nadie escuche el timbre de voz
de
la asfixia.
Eso
de que arrancaría tus barrotes,
si
pudiera verlos.
Eso
de exprimir tu esencia y coserle esas alas de veinte años y pocos segundos de
vuelo,
pero
no puedo tocarte.
Eso
de que te quiero sacar
de
una espiral de alquitrán
y
pérdida;
así
te quieren los corazones de hielo.
Eso
de que crecer se ha convertido
en
evitar ser aplastado;
ni
las palmas de las manos son capaces de alzarse.
Eso
de que no puedo verte,
así.
Eso
de que me arranquen los órganos
porque
a pesar de que me sienta vacía,
no
puedo soportar el estrangulamiento.
Eso
de que no sufro,
es
mi manera de descomponerme en silencio;
pero,
por favor,
no
te des cuenta.
Por
favor, no me alejes.
Quiero
que siga doliendo
mientras
tengas que seguir aspirando este aliento pútrido.
Eso
de que ahora si no sufro,
no
vivo,
porque
puede que tú no estuvieras.
Quiero
seguir sufriendo
porque
significa que sigo queriendo,
y
creyendo.
Eso
de te quiero,
eso
de te creo,
libre.
***
Me
humillo antes los mismos escenarios
revolcándome
en la mierda,
me
echo jarras de ácido y sangre
y
espero que, al menos,
una
parte de mí sea capaz de descomponerse.
He
hundido otra vez el barco,
que
nadie intente rescatarlo,
tal
vez es donde pertenezca.
Es
época de tomar el sol
y yo
solo quiero que me caiga ya una tormenta.
Como
no viene, he decidido convertirme en una.
La
metamorfosis de un cuerpo que no es capaz de responder a estímulos.
La
desesperación en la mirada me convierte en algo.
Las
uñas rotas anticipan mis palabras,
no
me queda nada bueno que decir (sobre mí).
¿A
qué clase de sueños he aspirado?
Por
qué nadie avisó del atentado
contra
mis propios muros.
Ha
nacido mi derrumbamiento
y
parece que ha venido,
para
quedarse.
Ya
ni el café consigue sacarme de esta apatía.
Ni
dormir me aporta descanso.
Me
persigo hasta en mis mejores sueños.
Me
leo en cada sombra.
No
consigo respirar aire limpio,
la
que está contaminada, soy yo.
Bienvenidos
a mi día de hoy.
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