De la pintura
informalista al fotolibro de postguerra [1945-1965]
L.M.A.
16.02. 2016 .- La exposición presenta la pintura europea de la
postguerra –y hasta mediados de los años sesenta– junto a la fotografía de esas
mismas décadas: se trata de “ver” la ruptura con la que los pintores y
fotógrafos respondieron a la que fue la gran ruptura de las formas a escala
mundial: la guerra
Desde el viernes 26 de febrero, y hasta el 5 de junio de 2016 se presenta
en Madrid, en la Fundación Juan March (www.march.es,
Facebook, @fundacionmarch; +fundacionmarch), esta exposición de pintura y fotografía europea de
postguerra: LO NUNCA VISTO De la pintura informalista al
fotolibro de postguerra [1945-1965]
La Europa y el
mundo posteriores a la Segunda Guerra Mundial vieron nacer una pintura
radicalmente distinta a la del periodo de entreguerras. Al cubismo, los expresionismos o el surrealismo les
sucedió una forma de pintura que precisamente se cuestionó pictóricamente y de
un modo muy radical su "forma". A ese "otro"
arte, conocido desde entonces como "informalismo", dio voz ya desde
1952 el crítico francés Michel Tapié en su libro Un art autre [Otro arte], desde cuyo
subtítulo, Où il s'agit de
nouveaux dévidages du réel [Cuando se trata de nuevos vaciados de
lo real], ya se avanzaba el deseo por parte de su autor de tratar las nuevas
formas, los nuevos dévidages
[vaciados] que habían acontecido a lo real. La
pintura de postguerra en toda Europa, en efecto, había empezado a
servirse de "otros" materiales, de baja extracción y muy distintos a
los nobles y convencionales materiales de la pintura: arenas, yesos, cartones,
papeles, arpilleras, trapos y tejidos y toda clase de residuos y despojos; los
artistas los utilizaron combinándolos, fragmentándolos, destruyéndolos o
construyendo con ellos sobre el lienzo superficies y masas –en ocasiones muy
densas– de materiales heteróclitos de apariencia informe o deformada,
trabajados de formas también nuevas: con las manos, con espátulas y paletas;
embadurnándolos, cosiéndolos, rasgándolos, pegándolos (y despegándolos),
manchándolos o pintando con ellos. Los gestos de la
pintura, en fin, cambiaron tanto como sus materiales y sus soportes,
porque su tema había pasado a ser ella misma y sus formas –o sus deformaciones–.
Naturalmente, esa
transformación de la pintura no respondía
solo a experimentos formales: el deseo por hacer otro tipo de arte por parte de
los pintores informalistas no fue, por supuesto, en absoluto ajeno a la
experiencia universal de la guerra, porque, de una manera muy visible, la
guerra –esta vez verdaderamente "mundial"– había dado prácticamente a
todo el globo, desde Europa a Japón, otro "vaciado". Literalmente, la
potencia destructora de la guerra había hecho pedazos, desfigurándola y
deformándola, la fisonomía material y espiritual de todas las formas
civilizadas, desde las de los seres humanos hasta las de los monumentos, las
ciudades, los pueblos e incluso las de la propia naturaleza.
Ni el arte podía
obviar esa destrucción ni quiso tratarla con formas del pasado. Tras la
contienda, rotas las formas de lo real, pintores y fotógrafos buscaron nuevas
posibilidades plásticas: el canon de las vanguardias había sido, de algún modo,
una víctima más del conflicto. Responder al holocausto y a los campos de
exterminio y trabajo, a Auschwitz y a Siberia, a Hiroshima o a las fotografías
que la prensa gráfica y los documentales publicaban sobre los horrores acontecidos
–masivas masacres de civiles, bombardeos incendiarios sobre Londres y Berlín o
sobre ciudades con poca o ninguna importancia militar como Coventry, Dresde o
Hamburgo, deportaciones en masa, desolación, muerte y destrucción– no era tarea
fácil; pero tanto la pintura como la fotografía se
aplicaron a ello con obras que aún hoy impresionan y conmueven.
Y sin embargo, es
muy posible que hoy, setenta años después del final de la Segunda Guerra
Mundial –cuando la memoria ya no está viva y apenas hay testigos oculares de la
catástrofe–, esas deformadas y abstractas formas del arte sean percibidas –al
ser expuestas– sobre todo "formalmente": como una corriente pictórica
más que añadir a la historia del arte, separada (como es propio no solo del
paso del tiempo, sino del espacio expositivo) del terrible contexto al que
respondía y al que se sobrepuso con gestos de una fuerza casi sin precedentes.
Por eso, la exposición LO NUNCA VISTO. De la pintura informalista al fotolibro de
postguerra [1945-1965] presenta la pintura
europea de la postguerra –y hasta mediados de los años sesenta– junto a la fotografía de esas mismas décadas, con la
pretensión de que el espectador se sumerja en el contexto histórico del momento
y pueda entender la ruptura que los artistas llevaron a cabo tras la contienda.
La exposición
presenta más de ciento sesenta obras, documentos y filmaciones procedentes de
diversas instituciones y colecciones públicas y privadas, nacionales e
internacionales como la Fondation Gandur pour l'Art de Ginebra, el Centre
Pompidou, la Pinacoteca di Brera, el Museum Folkwang de Essen, la Colección
Dietmar Siegert, la Fundación Foto Colectania, el Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía, el Museo Thyssen-Bornemisza o el Museu d'Art Contemporani de
Barcelona, entre otras.
LO
NUNCA VISTO. De la pintura informalista al fotolibro de postguerra [1945-1965] establece una relación estrecha entre
pintura y fotografía gracias a un tipo de fotografía que insinúa
planteamientos paralelos a los de la pintura, con trabajos como Chizu - The Map [El mapa]
de Kikuji Kawada; además, pone de manifiesto la relación existente entre la
abstracción europea de postguerra y los artistas de la Subjektive Fotografie
alemana, con fotógrafos como Hermann Claasen, Helmut Lederer, el propio Otto
Steinert o el español Francisco Gómez, así como al fotolibro y a la fotografía
que se mueve en el ambiguo territorio del documento fotográfico y la forma
artística.
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