Julia
Sáez-Angulo
Los
artistas Antonio López y Julio López Hernández y el profesor de Historia del
Arte, Francisco Calvo Serraller, han sostenido una conversación sobre el
realismo y el retrato de la Familia Real pintado por Antonio López en Palacio
Real de Madrid.
El acto
clausura las conversaciones “En torno al arte contemporáneo”, que han tenido
lugar tras la inauguración de la exposición Arte
Contemporáneo en las Colecciones Reales, que tiene lugar en Palacio Real y
que se prolonga hasta después de Semana Santa.
El
término “realismo” lo utilizó por primera vez el pintor francés Courbet,
cuando, cuando no conforme con la selección oficial del Salón oficial, expuso
su obra en un pabellón en el que decía Le
Realisme. Courbet, señaló el profesor Calvo Serraller.
Se
recordó que la figuración realista surgió en el XIX como lucha, junto a las
vanguardias, para sobrevivir en el XX como un arte comprometido. “En arte, lo
real tal vez solo sea la base, pero es lo real”, se dijo, a lo que López
Hernández añadió que habría que añadir un poco de sublimidad al realismo, algo
en lo que no estuvo del todo de acuerdo Antonio. “El bodegón de Sanchez Cotán
es solo presencia”, puso como ejemplo. “Lo real es también un acto de humildad”
“un compromiso con la forma”, se añadió.
Antonio
López señaló que “el realismo no tenía tanto prestigio y se lo consideraba
inferior, porque desde los griegos y Platón, el arte ha tratado de transformar
el mundo real”. “El realismo asusta como una mala mujer. Es un arte peligroso.
Su forma de verdad es peligrosa”, añadió el artista de Tomelloso.
“Hay
aprensión ante la representación palpitante de realidad. Desde Platón, el realismo
ha producido siempre miedo”, señaló Calvo Serraller.
“Parece
que el arte tuviera que elevarse al mito o al paraíso perdido”, dijo Antonio
López.
Un tercer
retrato de la Familia Real
El
análisis y comentario del retrato de la Familia Real que Antonio López pintó
durante varios lustros a la familia directa del rey Juan Carlos I, llevó buena
parte del debate posterior.
Se quiso
hacer el retrato de una familia heráldica sin que pareciera heráldica. Es una
obra soberbia e incomprensible para muchos. Que los artistas no tienen por qué
cargar con las opiniones de los críticos. El realismo aquí es tremendo. Son
figuras tangibles en una atmósfera espectral,
señaló Calvo Serraller.
Julio
López Hernández subrayó la extraña luz del espacio y el aire que circula por
él.
Antonio
López reconoció que en principio le asustó el encargo del retrato por Patrimonio
Nacional, porque le hacía salir de su mundo íntimo. Que se tranquilizó cuando
pensó que tenía que pintar “una familia española”, aunque fuera la familia
real.
Insistió
en que su preocupación máxima era que el cuadro fuera pintura/pintura, ya que
tuvo que trabajar con fotografías. Más que el aire, quiso que hubiera presencia,
subrayó. Que se ayudó mucho de la noción de escultura para tratar de dar
presencia a los personajes representados; que pintar las sombras le ayudó a
darles esa presencia sólida en medio de algo evanescente. Que son cinco
personajes escultóricos y al mismo tiempo pintura/pintura. Que fue captando el
color del espacio a base de sus continuas visitas al palacio real, donde pintó
el cuadro, en primer lugar en el invernadero. Que el color se le iba quedando
en las retinas. Que dejó a propósito algunas cuadrículas del dibujo en el
cuadro, porque desde el principio estuvieron ahí y ayudan a ver y comprender al
espectador.
Es el tercer
retrato de Familia Real en la historia de la pintura española, después de Las Meninas de Velázquez (en las
testamentarías se le denominaba “La Familia”, y después del La Familia de Carlos IV, pintado por Goya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario