L.M.A.
La galería de arte Fernández-Braso
ha reunido para su presentación en Arco 2016 a dos destacados artistas de la
vanguardia clásica y del arte contemporáneo español: Antonio Saura (Huesca, 1930-Cuenca, 1998) y Miquel Navarro
(Valencia, 1945). El punto de unión de este diálogo es un texto1, titulado Sin lugar y sin nombre: ocho notas
para Miquel Navarro, que Saura escribió con motivo de una exposición del
escultor en la Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca en 1992.
Artistas formalmente muy
diferentes, les unía en cambio su fascinación por el análisis y la
introspección del ser humano en particular y de la sociedad a la que pertenece
en general, implicándose ambos desde posiciones artísticas que resaltaban los
aspectos físicos, emocionales y poéticos de las obras de arte.
Saura representa al artista
total (pintor, escenógrafo, crítico, comisario y agitador cultural), quien
partiendo del surrealismo y avanzando a través del informalismo y del
expresionismo abstracto, llega a concebir un lenguaje original y plenamente
reconocible basado en la figuración a partir del gesto. Influenciado por la
corriente existencialista de los cincuenta, en sus obras el ser humano es
deformado y metamorfoseado hasta convertirlo en pura tensión dramática, en un
nuevo ser generador de sensaciones inquietantes y desasosegantes. De Saura
presentaremos, básicamente, dos grupos de obras: una serie de telas de gran
formato de los años cincuenta y un grupo de obras sobre papel en las que
destaca un conjunto de pinturas dedicadas a una de sus series más reconocidas,
las crucifixiones.
Miquel Navarro pertenece al grupo
de la“Nueva
Escultura Española” surgida en la década de los setenta, el cual se desarrolla
a partir de los hallazgos del nuevo lenguaje dominante en la década anterior:
el minimal-art. Las conocidas ciudades de Miquel Navarro siguen los preceptos
de aquel movimiento: la fragmentación, la modulación y la extensión sobre el
espacio.
El resultado es una obra híbrida -entre la escultura, la pintura y la
arquitectura- que se despliega sobre el terreno a modo de instalación y que
recurre a una iconografía que hace referencia tanto a un mundo industrial y
mecánico como a un patrimonio arquitectónico local y tradicional. La ciudad de
Miquel Navarro, más que una ciudad ideal, es la construcción de una ciudad
metafórica, llena de símbolos y significados que sintetizan la ciudad real.
El
propio artista Miquel Nvarro ha declarado que están concebidas de una manera orgánica, como
si fueran la proyección de un cuerpo humano, que es real, palpitante, pleno de
deseos y, por tanto, en constante transformación. De Miquel Navarro
presentaremos una ciudad de mediados de los ochenta, realizada en zinc, y un
grupo destacado de esculturas realizadas en las últimas décadas.
1ANTONIO SAURA. Sobre artistas, Pág. 323-338, Ediciones
Galaxia Gutemberg, Barcelona, 2001.
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