miércoles, 30 de noviembre de 2016

«Cela intentó que Picasso aterrizara en España de forma gradual lejos de Madrid, primero en Mallorca»


Julia Sáez-Angulo junto a la instalación sobre Cela de Linda de Sousa



 Retrato de Cela por Matías Quetglas. Biblioteca Nacional de España


Jesús García Marín / Madrid
 (parte de esta entrevista se publicó en el diario Última Hora de Palma de Mallorca)

Durante toda esta semana se han celebrado en el Círculo de Bellas Artes, en pleno centro de Madrid, un ciclo de conferencias y exposiciones de pintura y escultura, conciertos que ha organizado la Fundación palmesana Charo y Camilo J. Cela, y ha comisariado Linda da Sousa, dentro de los actos conmemorativos del centenario del Nobel que tantos años vivió en Mallorca y que en la Isla tuvo tantos amigos relacionados con el mundo del arte: Pedro A. Serra o Pep Pinya, tantos y tantos pintores se hospedaron en la casa mallorquina de don Camilo, y luego la amistad que el escritor gallego tuvo con Miró, Picasso y Tàpies por solo citar tres figuras estelares. Todo eso lo ha estudiado Julia Saéz-Angulo crítica de arte y autora de una copiosa obra que va desde la Historia del Arte hasta la novela o los cuentos. Julia, que también forma parte del equipo directivo de la Asociación Española de Críticos de Arte (AECA), conoció a Cela en una exposición de Arranz Bravo y Bartolozzi, pintores que frecuentaban mucho Mallorca. En el Círculo de Bellas Artes ella disertó el pasado miércoles con unos Apuntes sobre CJC y las artes visuales. Y de los aspectos mallorquines de esas artes visuales celianas hablamos:

—No sé si llegó a tratarlo o a conocerlo, pero una de las cosas que más me extrañas de las andanzas artísticas de Cela es que no hiciera migas con Dalí como las hizo con Picasso, ¿por qué?

Quizás la geografía y las circunstancias no pusieron cerca de Cela y Dalí, pero si Cela hubiera querido, se hubiera acercado a Dalí, como hizo a al Dr. Marañón para llegar a la Academia de la Lengua o a Picasso, para incorporarlo a los Papeles de Son Armadans y publicar conjuntamente textos e imágenes. Ambos, Dalí y Cela eran egóticos, histriónicos, geniales y avidadolars. Hubieran chocado como pedernales. Cela lo intuyó.

—Creo que Cela intentó que Picasso se viniera a vivir a Mallorca, ¿qué nos puede usted decir de este asunto?

Intentó que Picasso aterrizara en España de forma gradual lejos de Madrid, primero en Mallorca, eran los tiempos de la dictadura. Cela y el crítico Moreno Galván, perteneciente a una célula comunista secreta, estaban de acuerdo en la operación regreso de Picasso –tenían buenas relaciones con el pintor-, pero la izquierda radical y dictadora, al saberlo, se echó encima de Picasso y lo impidió. Picasso nunca aceptó la nacionalidad francesa por más que se la ofrecieron.

—Y hablando de aterrizajes o intentos de aterrizaje en la España franquista, ¿cómo se produzco el de Miró?

El regreso moral de Miró a España lo logró Mayte Spínola, mallorquina de la urbanización Sol de Mallorca, que consiguió la primera gran exposición de Miró en Madrid, convenciendo al ministro Pío Cabanillas. La familia de Miró se alojó en la casa madrileña de Spínola durante la gran muestra en el Museo de Arte Contemporáneo.


—La relación de Cela con Miró pasó primero por una etapa de timidez por parte del gran pintor catalán, pero finalmente hubo conjunción de Marte con Saturno, ¿qué destacaría usted de esa relación artística entre dos genios?

Cela era hábil para acercarse a los grandes nombres, máxime si era una personalidad más contenida como la de Miró. Cela lo fue “encelando” escribiendo sobre él, incuso con una deliciosa entrevista apócrifa, que encantó al pintor. Todo fue rodado hasta el encuentro con el célebre cuadro falso de Miró que Cela rasgó y seguidamente pintor catalán autentificó.

—Pedro A. Serra tuvo una gran amistad tanto con Miró como con Cela. Ambos genios colaboraron en Última Hora y se sintieron muy libres en Mallorca…

Durante la dictadura, años 50 y 60, Cela se sintió siempre más libre en Mallorca que en Madrid, con la sombra de la bota del Gobierno y la censura. Si hubiera seguido en Madrid, decía el escritor, hubiera acabado como Dionisio Ridruejo, es decir en la cárcel o exiliado. Cela sintió un gran amor por la isla y por la casa que adquirió en ella. Ahí logró un humus más internacional y abierto, además de buena acogida en la prensa gracias a Pedro A. Serra que se convirtió en un buen amigo suyo y le prologó su libro sobre Miró y Mallorca. Después, Cela con su ambición y nuevos objetivos, sabía que debía acercarse a la capital de España.

Julia Sáez-Angulo junto a la instalación sobre Cela de Linda de Sousa

—Las respectivas casas de Cela en Mallorca siempre estaban llenas de escritores y también de pintores. ¿A su juicio cuáles serían los más relevantes?

         En la de Madrid de posguerra: Cesar González Ruano, Marañón, Manuel Viola, Luis Caruncho… En Mallorca: Anthony Kerrigan, Ulbricht, Pere A. Serra y los escritores colaboradores o secretarios que por allí pasaron como Caballero Bonald, Héctor Vázquez-Azpiri…  le gustaba relacionarse también con grandes propietarios. No trató muy bien a Llorenç Villalonga, sintió algunos celos y lo apartó de su lado con un pretexto fútil. Esto enfadó al mallorquín que se volcó en represalia hacia el nacionalismo catalán. Esta relación distanciada y marginante por parte de Cela de ambos grandes escritores está por estudiar mejor.

—¿Y cuáles los que tuvieron, en su paso por Mallorca, más estrecha relación con el Nobel?

Cela tenía un gran sentido de la amistad y sentido utilitario al mismo tiempo. Defendió a los amigos como Ridruejo o Moreno Galván, pero le horrorizaba que lo utilizaran en pliegos de  firmas para causas que acababan en intereses sectarios.

—Uno de los mejores retratos del autor de San Camilo 1936 es el de John Ulbrich ¿cómo definiría la relación entre ambos?

El gran retrato de Ulbricht estuvo en la exposición de la Biblioteca Nacional y el rey Felipe VI se demoró en su contemplación. Ulbricht también ha retratado a Letizia.

—Si tuviera qué destacar tres retratos o dibujos del semblante de Cela, ¿cuáles serían?

Me gusta mucho el de María Antonia Velasco, expresionista al óleo, que se encuentra en la Fundación de Iria Flavia, y que figura en la portada de la espléndida biografía del Nobel por Francisco García Marquina, autor a su vez de un soberbio retrato fotográfico que figura en el interior del libro. Están muy bien el de Quetglas, Ulbricht y el de Obdulio Fuertes.

—Era muy cuco don Camilo, lo de obligar a los artistas a beberse una botella con él y que luego le ilustraran la etiqueta: eso sí que es una obra de arte añadida…

Era una gracieta, que podía funcionar con unos, pero no con otros. En Francia le advirtieron que no hiciera eso con Jean Paul Sartre, no le iría el asunto de compartir botella y podría encontrarse con un corte del francés. Sartre y Cela no empatizaron.

—¿Cuál era el pintor favorito de don Camilo?


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No creo que tuviera un pintor claramente favorito. Le interesó Solana para el discurso en la Academia. Él era acumulativo de retratos y de calles con su nombre. Le encantaba su propia resonancia. En el premio Cervantes, el ministerio de Cultura deja elegir al pintor y CJC escogió al menorquín Matías Quetglas.

Julia Sáez-Angulo durante la conferencia

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