Teatro del Arte
c/ San Cosme y san Damián, 3; 28014 Madrid
Julia
Sáez-Angulo
08.12.16 .-Los
actores Óscar Pretzel y Juan Rueda interpretan “El hombrecito”, la obra de
Carlos Pais y Américo Torcheli en el Teatro del Arte de Madrid. La pieza teatral, que
está dirigida por Nacho Marraco, es un clásico del diálogo entre dos actores
que se encuentran en un bar o boliche argentino y emprenden un diálogo entre la
extrañeza y el absurdo, tras un encuentro casual del que nos iremos enterando
paulatinamente en la obra y que revelará una búsqueda común.
Una
comedia de los años 50 con cierto regusto nostálgico por el mito encumbrado a
los altares de la propia hagiografía, que mueve lel culto y la esperanza. Una producción del Teatro La Guita.
Un
diálogo en el que hay encuentros y desencuentros, ante un personaje, el
hombrecito, que parece vaya a ser
fagocitado por el otro, también un “hombrecito”. En el fondo dos solitarios que
comparten algunas querencias, pero con matices diferenciados que parecen abrir
brechas insalvables en algunos momentos.
El
teatro perfila siempre a los personajes. Un cliente del boliche que interpela y
el otro se deja invadir por quien en apariencia tiene más dotes de mando, pero
el texto modula progresivamente la relación. Los actores sostienen ese texto
con un lenguaje de gestos que resulta fundamental –a veces más que la palabra-
para comprender la relación dominante o sumisa respectivamente.
Oscar
Pretzel interpreta con plasticidad y logro el papel del hombrecito, si bien su
físico elegante se antoja de entrada menos adecuado al personaje insignificante, si bien borda los distintos repliegues del sujeto. Juan Rueda,
de complexión más cuadrada, con bigote, se pliega bien a ese hombre
interrogador, autoritario, casi un policía de la vieja escuela.
La
fidelidad a un mito, el lamento por el atropello del mismo y la defensa a
ultranza del propio arte da lugar a una cierta hilaridad por un personaje de
apariencia débil, pero fortalecido en su veneración y empeño. Dos seres
solitarios que discrepan, pero que se acercan en un encuentro progresivo, de
instantes tensos.
Desconfianza
y conflicto para acabar reconociendo los respectivos anhelos de estos dos
“hombrecitos”, para quienes, en definitiva, la palabra acaba por unirlos y la
esperanza por dinamizarlos.
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