Dentro del ciclo de
conferencias “El
último martes con los primeros”, programadas
por la Parroquia Madre del Dolor y el Colegio Fundación Caldeiro, en este último martes del mes de marzo
la conferencia ha estado a cargo del profesor José Ignacio Calleja, quien nos
ha ayudado en la reflexión sobre el tema: “Las
personas invisibles y olvidadas de la misericordia. Una reflexión en
cristiano”.
El profesor
José Ignacio Calleja es
sacerdote de la Diócesis de Vitoria-Gazteiz. En esta Diócesis ha sido Decano de
la Facultad de Teología entre 1997 y 2003 y en la actualidad Profesor de Moral
Social. Es miembro de Justicia y Paz, director de la revista de Teología LUMEN
y colaborador ocasional de numerosas revistas de esta misma materia. Participa
con regularidad en la sección de Opinión del diario El Correo, en el País Vasco
y compagina su labor académica con su acción pastoral atendiendo, desde 1987,
tres pequeñas parroquias rurales.
El conferenciante partió de un análisis
de la realidad cuestionándose
sobre si en este tiempo de crisis hemos atendido a todos los que podíamos. Si
sigue habiendo grupos invisibles en nuestro mundo. Fundamenta el planteamiento
del tema en algunos textos bíblicos: La multiplicación de los panes y los
peces: Dicen los discípulos: “Maestro no tiene qué comer. Mándalos a casa.
Contesta Jesús: ¡Dadles vosotros de comer!”. Toda la Escritura se sustenta en
dos preguntas: “¿Quién es mi prójimo?” (Parábola del buen samaritano) ¿Acaso
soy yo el guardián de mi hermano? (Interpelación de Caín a Dios).
En el análisis
de la sociedad la
pregunta sobre “los últimos” debe entrar desde el principio no como conclusión,
pues de lo contrario el análisis es muy sesgado. La Ética cristiana no resuelve
todos los problemas ella sola. Ha de “trenzarse” con otros saberes, otras
personas, otras búsquedas. No lo sabe todo, pero sí sabe desde quienes
entenderlo: desde los más pobres, los más débiles, los olvidados. Y todo ello
desde la justicia. Desde los pequeños se atiende a todos.
Recalca cómo los cristianos
para estar en común en un trabajo social de misericordia no tenemos que compartir
necesariamente la misma visión de la realidad, la misma visión política. Hay
legítima diversidad. Lo que sí tendríamos en común es en ver la realidad desde
los pequeños. Para ello es necesario objetivar, analizar, cuidar el análisis,
transformar la realidad en justicia.
Analiza posteriormente la relación
entre justicia y misericordia. No van en paralelo, ni comienza
una donde acaba la otra. No ha de sustituir la caridad a la justicia. Son dos
realidades que se cosen juntas. La caridad alcanza en la justicia su primera
meta. Nadie da en caridad lo que debe en justicia. Se suman en una unidad en la
que las dos quedan enriquecidas. ¿Qué aporta la caridad a la justicia? La
impulsa, la anima, la inspira y la exige. La prolonga añadiendo el perdón,
gratuidad, afecto, compañía, reconciliación. Hay momentos en que la caridad
sustituirá a la justicia pues esta no llega a todos los problemas. En esos
momentos la caridad tendrá que denunciar la situación.
Habla del riesgo de definirnos
como personas que no siguen una ideología sino evangelio. El cristiano ha de
tener su ideología, pero estas no han de ser lo absoluto, siempre ha de haber
una posibilidad de crítica de esa ideología desde el evangelio. Y habla,
también, del riesgo de decir que los cristianos hacemos caridad y no política.
Desde la caridad hemos de juzgar las medidas políticas para que la justicia sea
cada vez más justa.
Cuando hablamos de la misericordia
y la justicia en nuestro tiempo de crisis, descubriremos que la
crisis no es solamente económica, sino que se da también una crisis de valores
en la sociedad. Hemos de empeñarnos en recuperar los valores de nuestra sociedad:
la honestidad, la verdad, la obediencia, respeto… Pero, además de la crisis de
valores, se da, sobre todo, una crisis social, es decir, de estructuras: la
codicia, el egoísmo, la usura, el hedonismo, el relativismo…, lo ha ocupado
todo.
Se centra después en como
muchos de los análisis que se hacen sobre los colectivos más necesitados se
centran más bien en la cronificación de la debilidad, de la precariedad. Estas
entidades proponen más política que misericordia.
Hace finalmente un recuento de grupos
especialmente vulnerables hoy
en día y para un futuro inmediato: familias en las que concurre un fuerte
riesgo de desestructuración con problemas económicos, malos tratos, alcohol,
coincidiendo además fracaso escolar en los hijos y no hay recurso. Familias
monoparentales. Inmigrantes sin red de apoyo. Los hijos de familias de
inmigrantes que no se relacionan y se convierten en guetos. Inmigrantes en
situación irregular, sin posibilidad de trabajo ni empadronamiento. Presos.
Prostitución. Personas mayores sin pensión o pensiones mínimas. Personas en
paro. Transeúntes sin techo. Toxicómanos. Los que piden en las puertas de
supermercados o Iglesias…
Ante todas estas realidades el
empeño es de misericordia, de generosidad, de gratuidad, de caridad… pero sobre
todo es de las leyes que han de dar respuesta a estos problemas:
·
La intervención tiene que ver
con la Renta de Garantía de inserción en familias al límite.
·
Políticas que ayuden a las
familias en sus gastos.
·
Rescate de los parados de más
de dos años.
·
Revocar la legislación laboral
en su última reforma, cosa que no es fácil en sí misma.
·
Política de trabajo. Sin
trabajo no hay liberación de la persona, no se sale de la pobreza.
·
Regularización de las
situaciones de las personas que están en situación irregular.
Conclusión: Por la
misericordia a la justicia y por la justicia a la misericordia. Los mínimos nos
los dará nuestra condición humana y los máximos nos los dará la perfección
cristiana. Acabó el acto con un tiempo abierto a las preguntas que los asistentes
quisieron hacer al ponente. Resaltaría finalmente la cercanía, sencillez y
claridad de ideas la exposición, no dogmatizando en ninguno de los puntos y
abriéndose siempre a otras posibles interpretaciones.
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