miércoles, 27 de julio de 2022

Monica Ricci Sargentini, exjefa en el comunista «L'Unità», denuncia el borrado del cuerpo femenino

El «jaque a la reina» trans indigna al feminismo:

«¿Por qué no nos preguntamos qué es un hombre?»




L.M.A.

        27.07.2022.- Cada vez es mayor la inquietud feminista ante el que denominan "borrado" de las mujeres por la ideología de género. Foto (contextual): Norbu Gyachung / Unsplash.

¿Cómo hemos llegado a considerar la palabra mujer como una palabrota "trans excluyente"? Es evidente que es el último paso hacia la cosificación total de los cuerpos. "Es el mercado el que lo pide": es la obstinada denuncia de Ricci Sargentini, pluma del Corriere, feminista "vertical" que ha recibido en Caorle (Italia) el Premio Luigi Amicone, y ha conversado con Caterina Giojelli para Tempi:

Jaque a la reina

"¿Qué es una mujer? Es un ser humano femenino adulto. Y no, no tiene pene". ¿Elemental? En absoluto. Ahora bien: es cierto que la primera batalla de Monica Ricci Sargentini es la de velar por los hechos, ya sea viajando para dar voz a los disidentes kurdos, a los homosexuales, a las mujeres en apuros en la Turquía que surge de la Convención de Estambul, o para desentrañar el gran bazar de los "actos de amor" infiltrándose en la Clínica de Fertilidad de Santa Mónica (California), un reducto de la industria del alquiler de vientres donde se hace un gran banquete del cuerpo de la mujer y se compran y venden niños.

Es cierto que a Ricci Sargentini, romana, romanista, feminista con todas las de la ley, redactora jefe de exteriores en l'Unità [periódico del Partido Comunista Italiano] y ahora en el Corriere della Sera, un trozo de vida en América y tres hijos muy amados, nunca le ha importado cambiar la incómoda libertad de escribir por un cómodo puesto entre los marisabidillos del periodismo.

Y no pasa nada si discrepar con el jefe marisabidillo Roberto Saviano le costó un momento borrascoso con la dirección del periódico; hace unas semanas él pontificaba en Sette sobre la regularización de la "profesión" de "las trabajadoras del sexo", y ella, que siempre ha luchado en público por decir que las mujeres no son cuerpos de servicio, se sumó al coro de críticas.

Sin embargo, Ricci Sargentini aún tenía que asistir al psicodrama orwelliano desencadenado por la pregunta "¿Qué es una mujer?". "Los laboristas balbucean: 'algunas pueden tener un pene', 'depende del contexto', 'no voy a participar en una discusión perjudicial que no tiene salida'", dice la periodista a Tempi, citando al líder laborista Sir Keir Starmer, a Anneliese Dodds, ex ministra en la sombra para asuntos de la mujer e igualdad, y a Yvette Cooper, ex ministra de asuntos interiores del gabinete en la sombra, respectivamente. Y sigue con:

--» Brown Jackson, una jueza nombrada por Joe Biden para el Tribunal Supremo de EE.UU. que, al ser preguntada, respondió: 'No soy bióloga'.

--» Cualquiera puede ser mujer, es la respuesta surrealista de Michela Marzano, y quien no esté de acuerdo no es más que una TERF, siglas en inglés de 'feminista radical trans excluyente', un insulto misógino ya prohibido por gran parte de la prensa británica.

--» Para The Lancet somos 'cuerpos con vagina', para el Cancer Research Uk somos 'menstruadoras' o 'personas con vagina'.

--» En el Reino Unido ya no somos madres, sino 'personas embarazadas', 'amamantadoras', 'progenitores que dan a luz', 'propietarias de úteros'.

--» Y en Escocia, la Policía ha decidido registrar como mujer al violador que dice sentirse como tal. ¡Una mujer violadora!".

Los niños "carne de cañón"

Los que se ríen de ello que miren las consecuencias extremas de este fetichismo léxico en los países en los que se ha neutralizado el cuerpo femenino para allanar el camino al masculino.

"Véase Australia o Canadá, donde los centros de acogida para mujeres se quedaron sin fondos y se vieron obligados a cerrar porque se negaron a acoger a hombres adultos que decían ser mujeres", recuerda Ricci Sargentini.

"En Nueva Jersey ya se ha denunciado la violencia sexual en las cárceles. En Canadá, California y Escocia, en virtud de la 'autoidentificación' que ha trasplantado a decenas de hombres a las cárceles de mujeres, las reclusas viven con miedo. Con la autodeclaración de género también saltan por los aires todas las estadísticas, empezando por las de empleo femenino, y se erosionan las llamadas cuotas rosas en todos los ámbitos. Pero es entre los niños donde esta agenda política encuentra carne fresca para el sacrificio".

Lo hemos escrito muchas veces: el número de niños sometidos a tratamiento de género en el Reino Unido ha aumentado un 1.000% entre los niños y un 4.400% entre las niñas en solo diez años. En EE.UU. en 2007 solo había una clínica dedicada a este tema, en Boston; hoy hay más de mil, 300 de las cuales son pediátricas, y el número de jóvenes y muy jóvenes que se identifican como transgénero se ha duplicado.

Y con las transiciones, los escándalos. Los hay por todas partes, desde el que vio implicado al Karolinska Institutet de Suecia, que admitió haber dañado "irremediablemente" la salud de los niños, hasta los horribles sucesos del Tavistock & Portman de Londres, denunciados por los propios médicos y por The Times en 2019: "Está en marcha un experimento masivo con los niños, los más vulnerables".

Tres años después del escándalo, al término de una investigación oficial del Servicio de Salud británico que concluyó que el tratamiento proporcionado por la clínica "no es una opción segura o viable a largo plazo", el ministro de Sanidad, Sajid Javid, inició el proceso para cambiar la ley y permitir a los investigadores examinar los historiales médicos de los más de nueve mil niños tratados por disforia de género en los últimos diez años.

Monica Ricci Sargentini recibe el 17 de julio el Premio Luigi Amicone, que honra al que fue fundador y director de 'Tempi', fallecido por un infarto repentino el 19 de octubre de 2021 a los 65 años de edad.

Tres años después del escándalo, al término de una investigación oficial del Servicio de Salud británico que concluyó que el tratamiento proporcionado por la clínica "no es una opción segura o viable a largo plazo", el ministro de Sanidad, Sajid Javid, inició el proceso para cambiar la ley y permitir a los investigadores examinar los historiales médicos de los más de nueve mil niños tratados por disforia de género en los últimos diez años.

¿Dónde están los datos?

"Son centenares los médicos y los ex transgénero, jóvenes arrepentidos y mutilados por una transición precipitada, que están denunciando la oferta de un tratamiento taimadamente definido 'reversible' a los menores con trastornos del espectro autista o disfóricos y a sus padres, ya convencidos por famosos e influencers de que la transición es normal, fácil e indolora".

"Muchos profesionales", explica la periodista, "han documentado el peligro del uso fuera de lo indicado de los fármacos y sus consecuencias, desde la osteoporosis hasta la hospitalización psiquiátrica, desde la esterilidad hasta la disfunción sexual, hablando sin tapujos de un experimento en vivo no regulado sobre los niños, haciendo sonar la alarma sobre el uso de bloqueadores de la pubertad y el enfoque 'afirmativo' que está arrasando entre los menores de edad, también gracias al 'contagio social' entre compañeros. Mi hijo de 13 años no deja de repetir que declararse no binario trae seguidores, popularidad, reconocimiento, y de esto es consciente cualquiera que tenga hijos bombardeados por mensajes queer y la moda 'fluida'. ¿Pero por qué, a la luz de las terribles alarmas procedentes de los países mejor equipados en materia de transiciones de género, no sabemos nada, no tenemos un solo dato, sobre la administración de triptorelina en Italia?".

Las redes sociales tienen un papel determinante en la epidemia de disforia de género entre adolescentes, particularmente chicas. 

Ricci Sargentini no puede dejar de pensar: "¡La triptorelina es un medicamento contra el cáncer de próstata probado en niños! Es como si en Italia hubiésemos entrado hoy en un debate que comenzó hace diez años, borrando todos los escándalos, los daños, la marcha atrás de decenas de países occidentales, los testimonios de personas transexuales desgarradas en la carne y conservando solo las locuras de los debates sobre el uso de los pronombres o los nombres sociales".

La introducción en Estados Unidos de castigos y medidas para sancionar el deadnaming y el misgendering está creando escuela.

"Yo misma", prosigue la periodista, "sufrí hasta la pubertad una disforia de género muy fuerte: quería llamarme Mario, me vestía como un chico, caminaba como un vaquero ajustando atributos inexistentes, me cabreaba si mi madre me pedía que le sujetara el bolso. Si me hubieran dicho que había una pócima para convertirme en un chico, habría suplicado: 'Dádmela, por favor'. Comprendo profundamente la incomodidad y el dolor de la disforia de género. Pero con el desarrollo y dos padres pacientes, con el tiempo me acepté a mí misma y hoy miro esa etapa con ternura".

Cloe y Carol, víctimas de la hipocresía

Por eso, en aras de la verdad, Ricci Sargentini no transige y responsabiliza a quienes comercializan con el malestar y la ansiedad de los adolescentes a través del chantaje sentimental que impregna cualquier discurso sobre los derechos queer: tanto el de los deportistas transexuales -en primer lugar la nadadora trans Lia Thomas, de la misma edad pero con hombros, peso, altura, envergadura, capacidad pulmonar, huesos y músculos más grandes y largos que sus compañeras, derrotadas en todas las competiciones ("La federación mundial de natación ha hecho muy bien en excluir a las mujeres trans de las competiciones femeninas", señala Ricci Sargentini)- como el de la muerte en Belluno de la profesora Cloe Blanco, una mujer transexual que se suicidó en la soledad de su autocaravana, envuelta en llamas.

"Había salido del armario hace siete años: durante siete años esta persona fue abandonada a sí misma por los mismos individuos que hoy instrumentalizan sin piedad su muerte para gritar 'transfobia'. Ni siquiera ante un suicidio, que siempre es un acontecimiento misterioso, vemos a la persona: solo vemos a un transexual. Siempre volvemos al cuerpo, pero con un doble rasero: posamos la mirada en el de la rebautizada 'directora porno' del instituto Montale de Roma por su presunta aventura con un alumno mayor de edad (hechos que no han tenido ninguna relevancia penal); o en el de la pobre Carol Maltesi, madre de un niño de seis años, masacrada y despedazada por su novio y por todos los periodistas que se abalanzaron sobre sus vídeos sexuales, creando titulares como el de la 'estrella porno de Onlyfans'."

"Crónicas licenciosas, voyeuristas al descubierto, que humillan el cuerpo de la mujer en silencio. Pero cuando se trata de hablar realmente del cuerpo, ya sea el de un deportista, el de un preso, el de un niño, aunque solo sea para hablar del uso de los aseos o de los espacios públicos, entonces todo el mundo reacciona indignado y se desencadena la caza de brujas homófobas o transfóbicas".

El "poder generativo" en el punto de mira

Sucede en las instituciones docentes del Reino Unido, donde la censura alcanza proporciones paroxísticas y acaba con las carreras de profesores como Kathleen Stock, Selina Todd, Kate Newey, Rosa Freedman, Jo Phoenix o Chloë Houston.

Sucede en el mundo editorial, como le ocurrió a Suzanne Moore y sobre todo a J. K. Rowling, brujas feministas convencidas como Stock y las demás de que el sexo biológico existe y culpables de proclamarlo.

Sucede en Canadá, donde un padre, Robert Hoogland, ha sido encarcelado por violar el silencio impuesto por el tribunal en virtud del proyecto de ley C-16, la "Ley Zan canadiense", sobre la transición de género de su hija menor de edad; o en Winsconsin, donde tres niños de 13 años que no utilizaron el pronombre neutro para dirigirse a una pareja no binaria fueron acusados de "acoso sexual".

Sucede en Finlandia, donde la exministra Päivi Räsänen lleva años siendo juzgada por "incitar al odio" a causa de un tuit en el que citaba a San Pablo y un folleto sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer.

Y sucede en España, donde la psicóloga feminista y de izquierdas Carola López Moya, ha sido denunciada porque piensa que "si alguien está descontento con su cuerpo, hay que ayudarlo a aceptarse", no bombardearlo con hormonas o abrirlo con un bisturí. Sucede a ambos lados del océano cuando la "identidad de género" se abre paso en las directivas, normas, reglamentos, leyes y códigos penales.

Y sucederá en Italia, o al menos eso es lo que sueñan Alessandro Zan y sus camaradas, que diariamente arremeten contra cualquiera que llame a las cosas por su nombre en los debates, en las redes sociales, en la televisión o en la prensa.

Ya existe una aplicación, una función de los buscadores, que marca en rojo a personas como Monica Ricci Sargentini, a las que Michela Marzano en Repubblica y su editor Maurizio Molinari llaman casualmente Terf porque cuando se les pregunta: "¿Qué es una mujer?", responden: "Un ser humano del sexo femenino, la que nos trajo al mundo. Esto no significa 'máquinas de hacer bebés'", explica la periodista del Corriere; "significa que no somos la caricatura de la mujer que ofrecen las mujeres trans, que a menudo imitan una versión de la feminidad exasperada por las formas, el esmalte de uñas, la barra de labios, los tacones y las joyas. No somos Drusilla Foer, nacido Gianluca Gori, el 'mejor presentador de Italia' según cierta prensa. Un hombre elegido campeón del feminismo e icono de la tendencia dominante que quiere que todas seamos caricaturas para ser expropiadas de nuestros cuerpos, de nuestra diferencia y, sobre todo -y aquí llegamos al quid de la cuestión- de nuestro poder generativo".

Entre burka y maternidad negada

He aquí el enfrentamiento que se libra desde los albores del mundo y en torno al cual giran todas las cruzadas más progresistas: "La batalla por el cuerpo de la mujer que genera la vida y que es la única que puede llevarla dentro. La matriz es la misma que el útero de alquiler, el mercado de gametos, así como la lógica de 'ir detrás del dinero'."

"Utilicemos las palabras adecuadas: las transiciones, las hormonas, el bazar de óvulos, de esperma, las operaciones, el uso de medicamentos para la vida aportan dinero; la neutralidad mueve miles de millones, los periódicos, la moda, las empresas, el mercado dicta la agenda. En Afganistán ponen burkas a las mujeres, las encierran en sus casas, les impiden ir a la escuela. En el Occidente civilizado e ilustrado invaden sus cuerpos, ocupan sus espacios, construyen una sociedad en la que la maternidad es vista como un estorbo, una opción personal que se paga porque, como me dijo un colega de izquierdas cuando estaba embarazada de mis gemelos, 'ahora espero que dejes tu trabajo, no pensarás que puedes seguir trabajando con tres hijos'."

"Es inútil escribir artículos alarmistas sobre la desnaturalización, basta con mirar a nuestro alrededor. No hay voluntad de ayudar a las madres, incluso las persiguen y les quitan a sus hijos. El último caso es de estos días". (Ha pasado en la provincia de Lodi: a pesar de que una reciente sentencia del Tribunal de Casación ha definido el traslado forzoso de menores como "fuera del Estado de derecho", un niño de solo 11 años fue "arrebatado" a su madre por los servicios sociales).

En el fondo, concluye Ricci Sargentini, "el sueño de este mundo estéril que balbucea que 'las mujeres tienen pene' es el útero artificial. Un vientre que es una tumba para las mujeres. ¿Por qué no nos preguntamos qué es un hombre?".

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