sábado, 4 de febrero de 2023


1 Anuario de Estudios AtlánticosISSN 2386-5571, Las Palmas de Gran Canaria. España (2023), núm. 69: 069-015, pp. 1-11


REFLEJOS LITERARIOS ESPAÑOLES DE LOS CONFLICTOS HISPANO-MARROQUÍES (1859-1930)

CONFLICTS BETWEEN SPAIN AND MOROCCO (1859-1930). ITS LITERARY HIGHLIGHTS Víctor Morales Lezcano

∗Fecha de Recepción: 28 de octubre de 2021Fecha de Aceptación: 31 de mayo de 2022

Cómo citar este artículo/Citation:Víctor  Morales  Lezcano  (2023).  Reflejos  literarios  españoles de los conflictos hispano-marroquíes (1859-1930). Anuario de Estudios Atlánticos; nº 69: 069-  015.https://revistas.grancanaria.com/index.php/aea/article/view/10820/aeaISSN 2386-5571. https://doi.org/10.36980/10820/aea

Resumen: Este artículo pone de relieve el impacto literario que los conflictos (bélicos o no) entre los reinos de  España  y  Marruecos  tuvieron  en  destacados  escritores  como  Pérez  Galdós  y  Ramón  J. Sender,  entre  otros.

Palabras clave: Conflictos, España, Marruecos, repercusiones literarias. Abstract: This  paper  cast  some  light  on  the  literary  impact  arisen  by  several  conflicts  (military,  or  not)  held by the kingdoms of Spain and Morocco in notorious writers like Pérez Galdós, Ramón J. Sender and several others.Keywords: Conflicts, Spain, Morocco, literary repercussions. 

UN OBJETIVO DEFINIDO

Unas pocas líneas, a título de introducción, pretenden enmarcar los términos principales del siguiente ensayo histórico.  Conocido es el axioma de que la historia (en el caso que aquí se aborda y en casi todos) viene frecuentemente «determinada» por la geografía concreta en que aquella transcurre. 

La historia de las  relaciones  entre  los  Estados  y  los  países  de  España  y  Marruecos  obedece  con  mucho  al  principio que recoge tal axioma. Obsérvese en cualquier atlas al uso de visu lo que se acaba de exponer.  Y,  si  es  cierto  que  la  discontinuidad  fronteriza  que  caracteriza  el  posicionamiento  territorial  y  marítimo  de  ambos  países  ayuda  a  entender  el  leitmotiv de  esta  reflexión,  podría  formularse, acto seguido, otro principio. 

Otro principio que, tentativamente, puede contribuir a esclarecer el  estado  de  conflictividad  cíclicaque  viene  gobernando  las  relaciones  hispano-marroquíes desde hace aproximadamente un par de siglos. 

Puesto que de lo que se trata, aquí y ahora, es del esclarecimiento de las causas, los agentes en juego y el decurso diacrónico de dicha conflictividad cíclica, como sucede también con cierta frecuencia, y valga el paralelismo, en el ámbito y los círculos familiares entre dos o más de los miembros de su espacio doméstico.

Con vistas a delimitar una zona de fechas, sea más corta, a veces, o más prolongada, otras, se han acotado en este ensayo los cuatro principales conflictos geopolíticos registrados en la historia de  España  y  Marruecos  durante  el  periodo  intersecular  de  1859-1930.  Se  trata  de  un  marco  ∗  Historiador, profesor emérito de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). C/ Drácena, 27. 28016. Madrid. España. Teléfono: +34660690786; correo electrónico: caidvml@geo.uned.es© 2023Cabildo de Gran Canaria. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de la licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

VÍCTOR MORALES LEZCANO2 Anuario de Estudios AtlánticosISSN 2386-5571, Las Palmas de Gran Canaria. España (2023), núm. 69: 069-015, pp. 1-11cronológico que no parece ser ni desmesurado ni tampoco muy ceñido a un lapso temporal corto. Somos del criterio de que, con este método aproximativo al tema, escalonado en orden de sucesión histórica,  puede  servirse  con  más  plenitud  al  objetivo  confeso  de  este  ensayo: esclarecer  la  conflictividad cíclica registrable en las relaciones hispano-marroquíes entre 1859 y 1930.

DESPEGUE DE LA CONFLICTIVIDAD

No en vano, hemos recordado en diversas ocasiones que el Mediterráneo es un mar de mares, de penínsulas y de archipiélagos1. La cuenca occidental no lo es menos que la oriental, aunque en los  estrechos  de  Dardanelos,  Bósforo,  Mesina  y  Gibraltar  (y  también  en  el  canal  de  Suez)  se  agudiza toda su compleja naturaleza histórica, llena de solapamientos que traducen la fusión, el distanciamiento,  la  convivencia  y  la  hostilidad  existente,  desde  hace  un  par  de  milenios,  entre  ambas orillas del Mare Nostrum. Así como se ha impuesto con frecuencia la voluntad de respetar un statu quotácita o expresamente convenido por los países que bañan sus costas en las aguas de entre  mares,  no  menos  cierto  es  que  el  Mediterráneo  está  expuesto  también  a  la  irrupción  del  conflicto y de la guerra entre los vecinos ribereños a través de los siglos. En ocasiones, el ajuste entre  dos  países  ribereños  puede  convertirse  en  un  ménage  à  trois,  como  ocurrió   y  no  ha  transcurrido tanto tiempo desde entonces en torno a las aguas del británico peñón de Gibraltar, a la española ciudad de Ceuta e, incluso, al puerto y al litoral mismo de la ciudad marroquí de Tánger antes y después del estatuto internacional que la gobernó entre 1923 y 1956.

La primera relación conflictiva entre las naciones de España y Marruecos en pleno siglo XIX alcanzó una cima histórica y notoriaal declararse, entre sus Gobiernos, la guerra de África, así llamada en la historiografía contemporaneísta, guerra mantenida entre noviembre de 1859 y abril de 1860 por ambos vecinos2.

Este enfrentamiento vino precedido de un equívoco diplomático y político-militar,  como  suele  suceder  frecuentemente  cuando  no  se  resuelve  a  tiempo  la  crisis  relacional de turno, agudizándose, en consecuencia, los términos discrepantes de la negociación y  creciendo,  consecuentemente,  los  riesgos  de  un  choque  de  intereses  o  de  percepciones  discordantes y de resultados imprevisibles entre las potencias en liza.

La delimitación cronológica que encontramos más adecuada para desarrollar la relación conflictiva entre las dos naciones de turno (España y Marruecos3), permite detectar los cuatro conflictos geopolíticos y geoestratégicos registrados durante el período antes acotado.

DE LA GUERRA DE ÁFRICA

Si  por  un  momento  avanzamos  en  el  tiempo,  desde  la  guerra  de  África  (el  primero  de  los  conflictos hispano-marroquíes referidos), y nos situamos en 1893, recuérdese que en esta fecha se volvió a generar una nueva edición de la conflictividad cíclica hispano-marroquí. 

El conflicto, resultante de las demarcaciones defensivas españolas en torno a la fortaleza de Melilla (garrison town, según la nomenclatura topográfica de los británicos), alcanzó su cima en las confrontaciones sucedidas entre las tropas españolas y las de la confederación tribal de los guelayas durante los meses de octubre y noviembre de 1893. Fue entonces, una vez más, cuando las tropas españolas hubieron  de  repeler  las  frecuentes  incursiones  rifeñas,  a  través  de  diferentes  puntos  defensivos  perimetrales construidos para garantizar la seguridad del casco antiguo de Melilla; burlándose, en consecuencia, los términos, los convenios y tratados hispano-marroquíes, suscritos en agosto de 1859,  relativos  a  la  posesión  melillense,  bastión  hispano  aislado  en  El  Rif4  oriental  desde  illo tempore (1497), como también ocurría con los islotes de las Chafarinas y poblamientos limítrofes en la costa de la Mar Chica.         Las tribus rifeñas venían amenazando la toma de la plaza militar y presidio de Melilla, alegando que los habitantes de esta plaza estaban ensanchando el cauce del presidio  hacia  los  yacimientos  mineros  descubiertos  en  los  alrededores  de  la  ciudad-fortaleza 

1   CALDERWOOD (2019).2   MORALES (2020).3   MORALES (2006).4   MOULIÉRAS (2012). Clásica descripción de El Rif en el siglo XIX. 

REFLEJOS LITERARIOS ESPAÑOLES DE LOS CONFLICTOS HISPANO-MARROQUÍES... 3 Anuario de Estudios AtlánticosISSN 2386-5571, Las Palmas de Gran Canaria. España (2023), núm. 69: 069-015, pp. 1-11española. 

Como es de rigor subrayar ahora, se había ido registrando un desplazamiento geográfico de los escenarios marroquíes en los que se venían ventilando las discrepancias entre los yeblíes al oeste y las tribus rifeñas tanto desobedientes al sultán de Fez como resistentes a la presencia5militar  foránea  en  la  zona.  Es  decir,  que  las  desavenencias  entre  las  dos  potencias  ribereñas  arrancaban en la boca del estrecho de Gibraltar y en las estribaciones occidentales de la Yebala marroquí hasta alcanzar Alhucemas y el cabo de Tres Forcas. O sea, en dirección a Melilla-Nador y el retropaís de El Rif oriental, limítrofe este, a su vez, con la frontera fluvial franco-argelina del río Muluya6.

 En rigor, en la atmósfera expansionista colonial de aquellos años del siglo XIX, y los venideros del siglo XX, detectamos el designio hispano de mantener y reforzar la fortaleza de Ceuta y, en particular,  la  de  Melilla,  para  su  mantenimiento  a  salvo  de  cercos  eventuales  y  ocasionales  refriegas con bandas de rifeños en estado de rebeldía intermitente, incluso contra el sultán, que era  entonces  Hassan  I  (1873-1894). 

 La  coyuntura  del  93  fue  abocando  a  la  repetición  de  la  conflictividad cíclica entre las tropas peninsulares y las harkas rifeñas, dos hitos en la trayectoria cronológica que se viene siguiendo en estas páginas.La necesidad de reforzar la tropa española destacada en África para contrarrestar los nuevos asedios de las harkas rifeñas al bastión melillense había desembocado en el combate encarnizado que tuvo como escenario el barranco del Lobo. 

La decisión gubernamental de enviar a Marruecos nuevas tropas españolas, pero de reserva y reclutadas en gran parte entre las clases obreras dio lugar en la ciudad de Barcelona a la llamada Semana Trágica (26 de julio-2 de agosto de 1909), que no solo vino a «incendiar» la capital de Cataluña, sino que provocó una seria crisis política en  toda  España.  Fue  justo  aquella  la  que  llevó  al  Gobierno  de  Antonio  Maura  adecretar  la  suspensión  de  las  garantías  constitucionales  de  la  Restauración.  El  sistema  político  de  la  Restauración comenzó entonces a dar señales de quiebra. En rigor, la cuestión de Marruecos fue una  de  las  causas  que  contribuyeron  al  desmoronamiento  de  aquel  régimen  constitucional.  

En  futuras  ocasiones,  la  repercusión  de  los  conflictos  norteafricanos  engendró  desequilibrios  de  relieve y rebrote en la metrópoli peninsular: esta es evidencia historiográficamente refrendada.

DEL HORIZONTE DE COMBATE TETUANÍ AL MELILLENSEMientras el Viejo Mundo se precipitaba entre 1912-1914 hacia la debacle, es decir, la Primera Guerra  Mundial,  el  sultanato  de  Marruecos  experimentó  entonces  la  implantación  de  un  protectorado franco-español dividido en dos zonas territoriales, llevándose la República francesa la parte del león de la fábula (zona sur con capital en Rabat), correspondiéndole a España, por el contrario, la agreste zona norte (con sede capitalina en Tetuán).Más allá de matizaciones jurídicas y administrativas europeas de naturaleza colonial en las que no  debemos  introducirnos  ahora,  el  Protectorado  franco-español,  que  se  implantó  en  el  «carcomido» imperio   de   los   cherifes,   hubo   de   enfrentarse   a   múltiples   insurrecciones   norteafricanas   contra   el   tándem   metropolitano   de   París-Madrid;   este   tándem   europeo   desempeñaba la función de gestor y tutor del decaído imperio de los cherifes. 

Y así como Tetuán y su extrarradio montañoso (yeblí, decíamos antes) estuvieron en el punto neurálgico de la guerra de  África  (1859-1860),  la  impresionante  cadena  de  El  Rif  central  y  oriental  se  convirtió  en  el  marco  geográfico  de  otro  gran  conflicto  armado  hispano-marroquí  en  la  primera  posguerra  europea del siglo XX. Nos referimos, esta vez, a la campaña y guerra de El Rif (junio de 1921-mayo  de  1926).  

Un  conflicto  entre  tres  contendientes:  por  una  parte,  el  pueblo  rifeño,  que  encarnaba por antonomasia el caid Abd el-Krim el-Jattabi y, por otra, los ejércitos coloniales de las dos potencias europeas designadas protectoras de Marruecos, no exentas ambas (Francia, en particular) de ínfulas coloniales. 5 Presencia encargada de velar por los intereses mineros extractivos de España, Francia, e incluso, Alemania; cuyo afán de controlar los tentadores yacimientos de piritas de hierro que circunvalaban la ciudad de Melilla era un secreto a voces en los medios internacionales que ambicionaban su explotación. 

6   MADARIAGA (1999).


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