sábado, 10 de febrero de 2024

LOLA SAELICES y ANTONIO DE ÁVILA. Premios, estudio/galería y docencia

Lola Saelices y Antonio de Ávila entre un cuadro de él (arriba) y de ella (abajo)



Julia Sáez-Angulo

10/2/24.- Madrid.- Tienen su estudio/galería, ARDEARTE, en el madrileño barrio de La Guindalera, donde exponen su obra y ejercen la docencia a más de una treintena de alumnos, dos clases a la semana. Los pintores Lola Saelices y Antonio de Ávila tienen claro que pintar es lo suyo en la vida, con ello disfrutan y se sostienen bien. ¿Se puede pedir más?
Les abordo en una mañana de sábado, después de saludarnos por el cristal del escaparate. Cierran a las 13, 30, pero nos da tiempo a conversar y contemplar cuadros de ambos. Después viajan a Ávila donde les espera la abuela, 91 años, para cuidarla; entre semana lo hace la hermana de Antonio. Una tarea familiar y humanitaria que hacen con gusto. A la abuela no le gusta tanto escribir, como hacer cuentas, maneja los números de maravilla y se lo pasa bien sumando, restando y multiplicando. Les ha salido matemática.
Hojeo y ojeo el catálogo del XXII Certamen cultural “Virgen de las Viñas”. Bodega y Almazara de Tomelloso (Ciudad Real), donde ambos han ganado dos premios de Adquisición a finales de 2023 y están encantados. “De hecho es de los pocos certámenes a los que concurrimos últimamente”, me dicen.
El galerismo lo han aparcado un tanto, desde la última pandemia. "No nos gusta alquilar el espacio, por más que nos llaman y lo piden, ni tampoco nos gusta retirar nuestras obras, así que hemos ralentizado esta actividad. Nosotros somos pintores y lo que nos gusta es pintar y vivir de nuestra pintura. La docencia es un plus, pero nuestra subsistencia principal está en la venta de nuestras obras”.
Decir esto en tiempos de dificultad de mercado artístico es una sorpresa. “El mercado ha bajado, es cierto y ya no vendemos a los precios de antes, pero no podemos quejarnos. Esta mañana ha venido una cliente -ya coleccionista nuestro- y se ha llevado dos cuadros de Antonio, al tiempo que ha echado el ojo a uno mío, pero la mujer quiere consultar con su marido. Seguro que se lo acaba llevando”, me cuenta Lola, que lleva la voz cantante en la conversación, mientras Antonio atiende a unos clientes.
Para Lola Saelices, la pintura es entrar y salir de un cuadro en marcha, incluso cuando supervisa los de los alumnos. "Comprobar, chequear y contrastar entre lo aprendido y lo improvisado", se explica, a través de lo que aprendió de un buen profesor, "se necesita el dibujo que sustenta la pintura, dominio de los negros y los grises, para dar consistencia y distancia a lo concreto. Es la parte izquierda del cerebro, pero luego viene la parte derecha, que te permite la indagación y la búsqueda, la audacia y el reto, el arriesgar con la forma y el color. Cada pintor acaba asomando su propia paleta de colores y tonos, pero necesita la base del dibujo. Los alumnos acaban entendiéndolo, cuando vienen con cuadros sin base de dibujo. Hay que tirar de carboncillo y de grafito, antes de pasar al color”.
“Yo misma experimenté y disfruté mucho la gradación infinita del negro al gris, con los cuadros sobre nevadas de la serie que hice hace unos años. Tuvo muy buena acogida, pero no iba a quedarme siempre “congelada” en la nieve”, añade Lola, que ganó el premio Ejército con un cuadro sobre un soldado en la nieve.
Las pinceladas de Antonio y Lola son muy diferentes, la de él se mueve mucho y la de ella es más barroca en su figuración reciente, descansando del paisaje. Algo así como derroche y austeridad de materia, aunque Lola comienza a ser algo más barroca en sus figuras o abstracciones actuales. El estilo de Antonio y Lola es muy distinto, pese a compartir estudio durante tanto tiempo.
“Me gusta la huella de lo inesperado, jugar con lo liviano y la textura. No se puede ser simplemente académico o virtuoso en la pintura ni en la música, por eso rechazo el hiperrealismo -me resulta aburrido-, que se ciñe a lo concreto, cuando hay tantas posibilidades y lenguajes en la pintura, para interpretación propia de la realidad. A partir de la mancha, suele venir el inconsciente y acaba una retomando arquetipos libres de figuras como me ocurre a mí con los ángeles, hadas o con los gestos del toreo, en mis dibujos o estudios”, me cuenta Lola, que parece proseguir un monólogo en voz alta, sin necesidad de preguntas.
Ahora, Lola está investigando con collages singulares de textiles y pigmento. "Ante tanta fotomecánica de cuadros, ploters o Inteligencia Artificial, IA, se pone de relieve lo manual, como más valorado. He visto pinturas de la IA y me han resultado pastiches infumables, a base de los datos que les han metido dentro”. 
        "Pintar es un gozo y materializa la necesidad de expresarse. Rescatar con la mirada lo que interesa y elevar o inmortalizarlo en la pintura. Es algo espiritual o intelectual, una manera de interpretar el mundo, de hacer arte, cada cual con su lenguaje. Las horas en silencio que se pasan ante el caballete es un placer, más allá de que se venda o se llegue más alto", concluye la pintora.
Una leve granizada comienza a sonar en los cristales y en las calles de Madrid. Pese a todo, la temperatura no baja como en la nieve. Es curioso. Llega la despedida: ellos a Ávila y yo permanezco en la capital de España.

Más información

Lola Saelices ante uno de sus cuadros

Tondo de Antonio de Ávila

Tronco y raíces, pintura de Lola Saelices
Pintura abstracta y matérica de Lola Saelices

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