Julia
Sáez-Angulo
Es un lugar
sorprendente, inquietante, fascinante. El Mont Saint Michel en la baja Normandía
acoge la creencia de la lucha del arcángel san Miguel contra el demonio en
forma de dragón marino, que aterrorizaba a las gentes del lugar. Un remedo del
pasaje del Apocalipsis cuando el arcángel Miguel venció a Luzbel y lo convirtió
el Lucifer arrojándolo a los infiernos, por negarse a adorar a Dios. La divisa de san Miguel: “Quien como Dios?
Nadie como Dios”.
Una
hermosa abadía de granito, situada en la cima del monte rocoso, cuya silueta se
divisa en decenas de leguas a la redonda, dedica su advocación y culto a san
Miguel. Un lugar reconocido como patrimonio de la humanidad en su conjunto. El
Mont saint Michel es el orgullo de los habitantes de la zona que miden la importancia
de sus pueblos o casas por la cercanía o visibilidad del Mont Saint Michel.
Una
estatua de bronce dorado culmina la gran flecha de la torre de la abadía con la
representación del arcángel san Miguel, a prueba de vientos y tempestades. El
mecanismo de su ajuste se renovó en 1989, un sigo después de su instalación.
Pese
a los miles de visitantes, el Mont Saint Michel recibe también a peregrinos que
van a orar y a recoger su espíritu, atendidos por los monjes o monjas miembros de
las Fraternidades Monásticas de Jerusalén, institución contemplativa que custodian la espiritualidad del
lugar a base de oración, silencio y recogimiento, además de trabajo y
fraternidad.
Las
Fraternidades Monásticas de Jerusalén se crearon en París en 1975, que celebran
servicios abaciales con oraciones y canto llano que conmueven por su piedad y
recogimiento. Visten hábitos sencillos grises ellos, azules, ellas, y todos,
capas blancas envolventes con capucha. Rezan de rodillas y apoyan sus glúteos y
caderas sobre las piernas y los pies. Pueden sentarse en asientos diminutos sin
respaldo. La institución se ha repartido por Europa y Canada; todavía no ha
llegado a España y su objetivo es instalar islas de oración medio del fragor de las ciudades; en la abadía de saint Michel es casi una excepción.
En
la parte inferior, una capilla igualmente dedicada a san Miguel, depende del
obispado y se celebra misa todos los días. Cerca del altar mayor una preciosa
estatua de san Miguel en plata ornada con turquesas. Lastima que se encuentra un
tanto polvorienta en los últimos meses.
La
visita nocturna al Mont Saint Michel es una experiencia mística y mágica. Divisar
la marea y las marismas desde sus muros y paseos altos en torno al monte rocoso
es un espectáculo excepcional. Música de cámara llena de notas la abadía y los
visitantes perciben el lugar de manera renovada respecto a la multitudinaria
visita del día.
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