Ana María Muela
L.M.A.
6-feb-18
.- MADRID .- La poetisa Ana María Muela -Michi- ha presentado sus dos recientes
poemarios de versos El mojó mis labios (2015) y Labranza
(2017) en la Biblioteca de Las Matas. Las bibliotecarias Alicia Orden y Carmen
Serrano abrieron el acto.
La
escritora Julia Sáez Angulo pronunció las palabras introductorias sobre la
autora y la obra y entre otras cosas dijo: “Hay dos temas tabú en la sociedad
actual: Dios y la muerte, Ana María Muela González (Villagonzalo. Segovia,
1938) los aborda en sus libros, sobre todo en sus poemas con valentía y con fe.
Ella es una mujer de creencias y sin complejos, las manifiesta en su escritura
y en sus publicaciones, que comparte abiertamente con todos los lectores que
nos acercamos a ellas. En este caso a su libro Labranza”.
“Su
experiencia personal con la enfermedad
grave le puso ante esa tesitura y nos ha dejado su testimonio. Se sabe que todo
dolor físico suele llevar a un dolor moral, pues bien el dolor y el sufrimiento
viene a ser en muchos casos una lupa ante la realidad de la vida y de la
muerte, pero la reacción puede ser
para bien o para mal, para la desesperación o la aceptación y la esperanza.
Michi ha optado por asumir la vida con el envés de la muerte, algo que no todos
están dispuestos a ver, que parecen optar por la conducta del avestruz, de
esconder la cabeza debajo del ala, mientras sigue corriendo sin saber a donde.
No
olvidemos que los grandes temas de la
poesía son: la vida, la muerte, el amor, el paso de tiempo y Dios como
misterio. La poesía puede ser celebrativa o elegíaca, de exaltación o de
lamento. En el libro de Ana María encontramos ambas cosas:
(…) con alegría, cuando con
satisfacción se comparte/ la merienda, para recargar entusiasmo/ y bendecir
esta grandiosa tierra, esperando/ la próxima labranza,/ y cantaremos de amor
con la mayor sabiduría…
Michi
es una mujer ascética, que camina
hacia la mística. Una mujer que cree y habla con Dios Padre, sabe y confiesa
que va a su encuentro. Los hombres y mujeres somos seres débiles y frágiles en
el cuerpo, pero el alma puede alcanzar una potencia suma. Recordemos las tres potencias del alma:
memoria, entendimiento y voluntad, con ellas el hombre, la mujer, la poeta se
dota de fuerza para seguir viviendo y creando en la escritura, con ciertas
vacilaciones o ligeras quejas. La mente,
el alma, es nuestro gran castillo interior, la fortaleza inexpugnable frente a
la adversidad y los otros.
Michi
con su reciente poemario –que no el último- cristaliza su pensamiento en versos:
ama, implora, acepta, asume… Se mueve en dos ámbitos: el cielo y la tierra, como en los cuadros de El Bosco o de
Tiziano. Plasmar sus inquietudes y afirmaciones en verso, es la manera de
trascender los hechos y su transcripción literaria.
Como los vates y aedos populares, la autora sube a los cielos y baja a la tierra
con facilidad asombrosa, prodigiosa. Para ella no hay fronteras entre los dos
ámbitos. Tú mi Dios que creaste el
universo,/ que manejas pinceles, gomas y lapiceros,/ el pico y la pala del
labriego, el martillo de la fragua,/ y los hierros forjados por el herrero,/ el
timón del velero, la paleta del constructor,/ la sierra del carpintero, las
tijeras del podador/ acariciando los pensamientos, con la ilusión de cumplir
los sueños…
La poesía
es una forma sintética de expresar las emociones y sentimientos del hombre. Una
forma sincopada. No requiere de grandes descripciones o narraciones. La poesía
simplifica y tiene su dinámica, sus propias leyes en la contención y la
brevedad. Su capacidad de sugerencia se hace así mayor, más potente, más
misteriosa en sus significados… En este sentido, Ana María Muela es bastante
transparente.
Michi
ha presentado sus libros en Madrid,
en la Casa de Ávila o en el Centro Riojano entre otros lugares, donde ha
cosechado admiración y aplauso. Entre esos libros: Él mojó mis labios, ese Él va referido a Cristo. Ella es una mujer con experiencia vital y con voluntad para
afrontar la vida, que sabemos limitada, pero que merece la vida vivirse. Para los que se asoman a la escritura del
libro de Ana María, verán que este es un paso más, que le sirve de catarsis y
de compartir con los otros. Catarsis como superación del dolor a través de la
forma artística, en este caso, de la escritura.
Un
poeta ha de conocer bien el entorno
de la naturaleza en la que se desenvuelve, en la que nos desenvolvemos todos,
por eso ella ha recurrido a ella, a la naturaleza y a las tareas de su cultivo
como metáfora de sus emociones y sentimientos. La vida diaria es la mejor/ labranza, cada día necesita/ de la azada
para quitar los hierbajos, dicen sus versos. Michi conoce bien la vida rural del campo, porque nació y vivió su infancia en
Villagonzalo, Segovia, en 1958, antes de residir en Madrid, donde trabajó en el
campo de los Seguros.
En el prólogo he escrito:
Ana
María Muela ha pasado por el crisol del dolor, de la desdicha, como la mayoría
de hombres y mujeres en este mundo, una prueba de la que nadie se libra en la
vida. Ella la ha superado con valentía y entereza. De las crisis sacó la
depuración y la fuerza, la catarsis de la escritura poética.
Como
el maestro de las parábolas de Israel, la poeta recurre a las metáforas de la
naturaleza y la vida cercanas y conocidas para ella; habla de majuelos, de
siega, de trilla, de azadas, de rastrillos, de malas hierbas, de cedros, de
vientos, de aromas, de madrugadas… De ángeles y de hombres. La mayor labranza está en las relaciones
humanas, afirma.
En
suma, la poesía de Ana María Muela es
una vía de escape de sus emociones, sus
sentimientos y sus creencias, que quiere compartir con el lector, en un
lenguaje que se condensa en versos. Poemas que trasladan las imágenes del campo
y la labranza al qué y porqué de
cosas y vivencias más importantes de la vida.
Podemos
decir que su sensibilidad está en la línea de Santa Teresa de Jesús o de San Juan de la Cruz, con todas las distancias
que queramos, por todos ellos respiran la misma ascética. La carmelita
reformadora de Ávila hablaba del huerto y sus frutos, de las acequias por las
que circulaba el agua; san Juan de la Cruz hablaba de pastores, del aprisco, de
majadas, de montes, prados y espesuras; Michi habla de las tareas del
labrador –hoy se le llama agricultor- que siembra, labra y espera que
gemine la semilla y para poder recoger la cosecha… Son los pasos de la vida que
requiere “la paciencia que todo lo alcanza”, el caminar junto a Dios Padre, que
hace el recorrido más amoroso y llevadero. Más esperanzador. Ana María Muela se
desenvuelve en un humanismo cristiano.
La
autora de Labranza escribe “para sacar las espinas del alma”.
Escribir es lenitivo, curativo y ella lo hace con mucha verdad, con sinceridad.
Por todo ello, les invito a que lean este libro y se dejen empapar por sus
versos llenos de sencillez del campo, de la fe, de esperanza y de amor. Lo hace
en versos libres o blancos, no necesariamente rimados o pautados en la métrica
clásica, pero siempre llenos de sentimiento y emoción.
Cada
individuo representa a la humanidad
entera, y la misión del hombre es desarrollar a toda la humanidad en sí
mismo. Cada cual a su manera tiene el derecho y la obligación de crecernos,
para mejorar la sociedad en que vivimos. El libro Labranza de Ana María Muela es un pozo de sugerencias, con las que
vamos a dialogar y a sacar nuestras propias conclusiones.
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