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L.M.A.
02.04.18 .- Madrid.- La publicación de
“Valores. Algo que viene dando que hablar” (2 de abril de 2018) ha generado
algunas puntualizaciones muy cabales desde mi punto de vista, naturalmente. Me
tomo hoy la libertad de reproducir un texto, elaborado en su contenido y claro
en su redacción.
Como se recordará, el
origen de este asunto parte, a su vez del artículo publicado por Madeleine
Albright en The New York Times (7-8
de abril de 2018) titulado “Can we stop fascism, or is it too late”. El asunto
posee una entidad que a nadie se le escapa. Por ello, he pensado que procede
relanzarlo al mundo de la opinión pública gracias al certero análisis de Carlos
San Felipe Donlo, desde Pamplona.
***
Hola, querido profesor y
amigo.
Me temo que tiene gran parte de razón la Sra. Madeleine. Después de la Segunda Guerra Mundial no se acabó de instaurar una democracia en Europa, sino una partitocracia. Los partidos políticos están muy cómodos en un régimen que controlan y gobiernan. No gobiernan los pueblos de las naciones, sino los partidos que alcanzan el poder. De ahí que puedan hacer caso omiso de muchos de sus programas electorales y, en cambio, cumplir otros compromisos que figuraban -o incluso no figuraban- en sus programas. La gente está cansada de que lleven a cabo políticas que no se sabe quién ha decidido ni cómo, porque la toma de decisiones no es transparente. Si esto es así a nivel nacional, aún lo es más en la Unión Europea (lo que, por cierto, ha justificado, hasta cierto punto, la tendencia a la escisión de Gran Bretaña). El caso es que lobbies de todas las categorías y que defienden cosas variopintas actúan entre bastidores, y casi nunca -por no decir nunca- es para el bien del ciudadano medio.
En cuanto a los valores, los valores de
la civilización occidental, no nos engañemos querido amigo, surgen del
cristianismo. A ellos se añade la democracia, que no es puramente un invento
cristiano, pero que tampoco va contra el cristianismo como tal (de hecho, en
muchas cosas puede complementar los valores de dignidad, esfuerzo, cooperación,
misericordia, autocontrol, etc., surgidos del cristianismo). Pero estos valores
han sido atacados como caducos en los últimos doscientos años (y más aún en los
últimos cincuenta años). De ahí surge esta crisis de valores. Liberales y
partidos de izquierda han prometido un cielo en la tierra que nunca llega y
nunca ha de llegar, porque el ser humano sigue siendo humano y los problemas
nunca han de cesar. Se solucionarán unos y aparecerán otros. Usted sabe que la
historia no es una balsa de aceite. Como mucho, es un mar con mucho
temperamento. A semanas de calma pueden suceder semanas de grandes tormentas, y
nunca se sabe qué época histórica nos va a tocar vivir. La maldición china se
sigue cumpliento: "Ojalá vivas en una época histórica interesante".
Vivimos, efectivamente, en una época histórica interesante. No hay guerras,
gracias a Dios. Al menos en la parte del planeta que habitamos, pero los
cambios se suceden rápidamente, tan rápidamente que, incluso a las clases
dirigentes, va a serles muy difícil controlarlos.
En cuanto a los dirigentes, tenga usted
en cuenta que no hace muchas décadas atrás, cuando subió Felipe González al
poder, por ejemplo, se llevaba un dirigente político inmoral o amoral,
desinhibido, fotogénico y maquiavélico, pero que pudiese "conectar"
con el sector de la población que debía votarle. A esto contribuyeron
enormemente los periodistas y los asesores de imagen, que propagaron este
perfil de candidato por todo el mundo occidental. ¿Dónde estaría el mundo
-Occidente incluido- si este perfil hubiera estado de moda en los tiempos de
Roosevelt, de Churchill o de De Gaulle? En mi opinión, vale mucho más el
carácter del individuo y los planes políticos, sociales y económicos que
propugna, que su apariencia física y su aparente "carisma" (que luego
no es tal, pues se desvanece con el tiempo; exactamente con el tiempo que
tardan los votantes en conocerlo como persona y como líder).
Y con esto último quiero recapitular también una idea: nos han convencido de que lo que alguien haga en su vida privada no tiene nada que ver con su vida pública. Creo que es una idea tremendamente falsa. Si alguien, en su vida privada, es falso, cruel, engañoso, desafecto de su familia, etc., ¿en su vida pública va a ser mejor? ¿Va a ser mejor con los que desconoce y no siente nada por ellos que con aquellos que conoce y a quienes quiere (o debería querer)?
En suma, me temo que "nos han metido muchos goles", empleando un símil futbolístico. Nos han estado bombardeando con ideas que les interesaban, pero que distan mucho de la realidad. Y, en cuanto a realidad, ésta también dista mucho de lo "políticamente correcto". La idea de lo "políticamente correcto" surgió de los partidos de la izquierda europea ya en los años 20 del pasado siglo, en un intento de influir en la sociedad y en la política más de lo que los votos auguraban a cada uno de estos partidos. Fueron, sobre todo, los partidos comunistas quienes emplearon esta idea. Pero nunca ha contribuido al bienestar general. Creo que es una idea malsana. Si alguien define lo "políticamente correcto", empecemos por preguntarnos: ¿quién es él para definir tal cosa? ¿No será el conjunto de la población quien deba definir de qué quiere hablar y qué quiere hacer? Esta idea limita el debate político y lo maniata y amordaza. Quien no cumpla con lo "políticamente correcto" es tachado ya, directamente, de fascista, dictatorial, etc. Pero hay temas sobre los que se debería debatir intensamente y las leyes deberían ser, como en Suiza, aprobadas por el conjunto de la población. Temas como el tipo de sociedad, el modelo de desarrollo económico, la inmigración, las intervenciones militares, etc., deberían tener el apoyo mayoritario de los ciudadanos. Nos encontramos, actualmente, con que no tienen este apoyo. De ahí que, en tiempos de crisis, la gente reaccione y vote partidos nuevos que no se han "quemado" con las políticas anteriores. Creo que la mayoría de estos partidos son un espejismo, y que no propugnan realmente nada nuevo, pero eso no quita ni pone para que supongan una fuerte voz de alarma a los partidos tradicionales y a los políticos profesionales. Se trata de una seria advertencia de que están haciendo muy mal las cosas.
Y con esto último quiero recapitular también una idea: nos han convencido de que lo que alguien haga en su vida privada no tiene nada que ver con su vida pública. Creo que es una idea tremendamente falsa. Si alguien, en su vida privada, es falso, cruel, engañoso, desafecto de su familia, etc., ¿en su vida pública va a ser mejor? ¿Va a ser mejor con los que desconoce y no siente nada por ellos que con aquellos que conoce y a quienes quiere (o debería querer)?
En suma, me temo que "nos han metido muchos goles", empleando un símil futbolístico. Nos han estado bombardeando con ideas que les interesaban, pero que distan mucho de la realidad. Y, en cuanto a realidad, ésta también dista mucho de lo "políticamente correcto". La idea de lo "políticamente correcto" surgió de los partidos de la izquierda europea ya en los años 20 del pasado siglo, en un intento de influir en la sociedad y en la política más de lo que los votos auguraban a cada uno de estos partidos. Fueron, sobre todo, los partidos comunistas quienes emplearon esta idea. Pero nunca ha contribuido al bienestar general. Creo que es una idea malsana. Si alguien define lo "políticamente correcto", empecemos por preguntarnos: ¿quién es él para definir tal cosa? ¿No será el conjunto de la población quien deba definir de qué quiere hablar y qué quiere hacer? Esta idea limita el debate político y lo maniata y amordaza. Quien no cumpla con lo "políticamente correcto" es tachado ya, directamente, de fascista, dictatorial, etc. Pero hay temas sobre los que se debería debatir intensamente y las leyes deberían ser, como en Suiza, aprobadas por el conjunto de la población. Temas como el tipo de sociedad, el modelo de desarrollo económico, la inmigración, las intervenciones militares, etc., deberían tener el apoyo mayoritario de los ciudadanos. Nos encontramos, actualmente, con que no tienen este apoyo. De ahí que, en tiempos de crisis, la gente reaccione y vote partidos nuevos que no se han "quemado" con las políticas anteriores. Creo que la mayoría de estos partidos son un espejismo, y que no propugnan realmente nada nuevo, pero eso no quita ni pone para que supongan una fuerte voz de alarma a los partidos tradicionales y a los políticos profesionales. Se trata de una seria advertencia de que están haciendo muy mal las cosas.
No olvidemos que fue la fuerte crisis
social y económica del país la que aupó a Putin a la presidencia de Rusia, lo
mismo que fue la crisis de Turquía la que hizo que Erdogan llegara al poder. De
China ni hablamos, porque ni siquiera hay elecciones dignas de tal nombre. En
cuanto a Estados Unidos, el actual presidente, en mi opinión, es alguien
acostumbrado a llevar sus empresas y sus negocios como se le antoja, tomando él
las últimas decisiones (pero en muchos casos también las primeras). Y un país
no puede ser llevado como una empresa. No obstante, creo que mejorará con el
tiempo. Tenga en cuenta que ha conseguido conectar con el voto que deseaba
conectar. Estados Unidos no se acaba con Nueva York o Los Ángeles, que se
consideran más modernos y más europeos que el resto. Estados Unidos es muy
grande, hay mucha población, muchos votos, y considero que, en general, el
poder está muy contrapesado. Un mal presidente, o un mediocre presidente, no
hunde un país como Estados Unidos. Pero sí pueden dejarlo muy deteriorado toda
una sucesión de malos presidentes. Es algo que en España entendemos muy bien y
que deberíamos acabar de aprender. Parece mentira el bajo nivel de la política nacional,
pero no se le ve solución a corto plazo.
En cuanto a Europa, occidental y
oriental, el descontento y las malas actuaciones, evidentemente, tendrán un
precio a pagar. La gente se sorprende de los avances de la ultraderecha (o de
la ultraizquierda, como en el caso de Grecia). Pero es el precio a pagar cuando
el ciudadano piensa que ha sido engañado y que le toca siempre lo peor. Siempre
habrá partidos capaces de encauzar este descontento en beneficio propio y, en
tiempos revueltos, la tendencia es hacia los extremos. Hay que tener mucho
cuidado con esto, pues una tendencia hacia los extremos sí puede desestabilizar
un país o un continente. Por tanto, creo que sí hay señales de alarma.
En fin, un saludo.
Carlos S. Felipe
PD: Si le parece bien alguna
de las ideas expuestas, no dude en utilizarlas para un próximo artículo. Al fin
y al cabo, usted es quien escribe y quien puede influir en el lector.
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