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Julia Sáez-Angulo
03/05/18 .- MADRID .- Alzándose con
un poder que nadie le dio democráticamente, ETA se alzó como carnicera máquina
de matar sembrando desconcierto y dolor
indiscriminado y muerte desde bebés a ancianos. El resultado ya lo conocemos y
permanece, pese a su promesa de inactividad sanguinaria futura: 857 muertos
(cifra siniestra), medio millón de fugados del País Vasco y manipulación
política que perdura desde que agitaran el árbol y permitieran que otros se
beneficiaran de las nueces: el PNV, que tendría que dar explicaciones también
sobre sus ambigüedades ante la banda del terror.
El perdón con olvido solo lo puede
otorgar Dios ante los arrepentidos. El perdón humano conlleva memoria, máxima
cuando ETA no ha manifestado dolor, ni arrepentimiento, ni ha pedido perdón a
las víctimas. La petición de perdón del verdugo produce cierto lenitivo en la
víctima. No es este el caso, porque no hay tal perdón sino lamento escenificado
para buscar el olvido social. Ha habido derrota de ETA por la constancia del
Estado de Derecho, que así se reconozca también por los carniceros y los
beneficiados de las nueces caídas.
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