Trece cartas fechadas de 1909 a 1924
L.M.A.
-26 de Marzo de 2019- La Junta de Calificación,
Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español ha adquirido con destino a la BNE el
epistolario compuesto por trece cartas manuscritas de José Ortega y Gasset (1883-1955) a Ramiro de Maeztu (1834-1936), dos pensadores clave de la historia
moderna de España, entendidos como ideólogos irreconciliables, de cuya estrecha amistad no existía
documentación hasta hoy.
Fechadas de 1909 a 1924, desde Madrid y Marburgo (Alemania), las
cartas del filósofo español son enviadas a Ramiro de Maeztu durante la etapa de
éste como corresponsal de prensa en Londres. A través de ellas se descubre el
cariño con que el autor de la generación del 14 trata al de la previa del 98,
llamándole “hermano Ramiro” o manifestando que “le quiere mucho”. Otros elogios
incluyen a la hermana de Maeztu, María, quien posteriormente destacaría como
pedagoga, y a la que Ortega ya integra en la relación como «otra abeja poderosa
para esta construcción de Dios en Celtiberia que intentamos».
Las misivas son de gran interés porque –a pesar de
ser escritas antes de la primera obra de Ortega, Meditaciones del Quijote (1914)- en ellas ya se plasman algunas de
sus ideas características. Además, el epistolario no solo prueba el vínculo
hasta ahora desconocido entre los dos intelectuales, sino que aporta
información para el estudio de la vida personal y la obra de ambos, no por
separado, sino sujetos a diálogo.
En los citados manuscritos, el joven filósofo
intenta convencer a Maeztu para que pase a la acción y se convierta en
catalizador de la modernización de su país: “el problema de España es que se
hagan las cosas, no las cosas que se hagan”, expresa.
Ese ánimo
modernizador, cultural y político, de Ortega es razonado y constante a
lo largo del epistolario. El pensador justifica su empeño con un contundente
análisis de la moral y la ley a través de Sócrates y Platón, e incluso
aludiendo a la mitología escandinava: “el
entusiasmo es un Dios que se alimenta de leña”, dice a Maeztu, como para
contagiarle de un “fuego” precursor que renueve la nación. Dicho ímpetu, según
el escritor, debe partir de las siguientes premisas:
“1. Vimos que faltaba cultura en
España
2. hemos dicho que hay que
hacerla
3. hagamos cultura y así haremos
España”.
Ortega anuncia cómo llevar su plan a cabo: “desde
que empecé a pensar en nuestra desventura, vi claro que la cuestión radicaba en
construir una minoría”, sugiere a su interlocutor, mientras describe los
problemas patrios y vierte vibrantes
opiniones sociopolíticas, algunas en torno a Cataluña, que confirman la
vigencia de su pensamiento.
El epistolario vierte toda luz sobre ese comienzo afectuoso y constata aún más
coincidencias e intenciones con Maeztu, no solo europeístas o en
relación al oficio periodístico, sino también a través de la intimidad con la
que Ortega califica a políticos de la época (Maura, Lerroux, Cambó, Costa,
Canalejas…) y coetáneos o enemigos (Unamuno, Azorín, Menéndez Pidal, Américo
Castro, Ramón y Cajal, etc…).
Más tarde, el remitente atiende a una “crisis” de su interlocutor: “Todas las personas dotadas de
alguna delicadeza han experimentado alguna impresión de asco infinito”. Ortega
se extiende al tratar el asunto, incluso intenta explicar lo que le ocurre a
Maeztu dentro del propio desastre español, desde el 98 hasta aquellos
días.
A pesar del abatimiento de Maeztu, Ortega continúa en las últimas
misivas buscando sus consejos e incitándole a actuar. Le habla de la
inteligencia, también de Kant,
y recurre otra vez a Platón. Insiste enviándole recados a través de su
coetáneo, el escritor y periodista Grandmontagne,
para que “le haga caso” y rebate más de una descalificación, incluso pública,
de Ramiro hacia su persona.
Tales palabras avanzan la desilusión
de Ortega y el final distanciamiento entre ambos. Aun así, la última de
las cartas concluye con una frase, a modo de vaticinio y algo solitaria: “en
fin, no acabaría”. Alude así al análisis filosófico, social y político que él
mismo continuaría, ya por su cuenta y en sucesivas obras.
Las trece cartas se presentan en diversos formatos,
algunas en tamaño cuartilla y otras en tamaño A4, a tinta negra o azul. El
escritor firma en pocas ocasiones con su nombre completo, finalizando más
frecuentemente como “Pepe”. Una de las misivas más extensas lleva el membrete
en rojo del propio Ortega y Gasset, y otra de ellas el membrete del padre del
pensador, el que fuera también escritor y periodista, José Ortega Munilla.
Este novedoso epistolario llega a la Biblioteca
Nacional tras tres décadas al custodio del ya fallecido librero de antiguo,
Pepe Berchi, quien fue presidente de la Asociación de Libreros de Lance hasta
la década de los 90 y precursor de la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que
se celebra cada año en el Paseo de Recoletos de Madrid, frente a la Biblioteca
Nacional.
Las cartas (BNE Mss/23268/6) se suman a otras
misivas de ambos autores, conservadas en el Servicio de Manuscritos e
Incunables, que forman parte de otros interesantes epistolarios como el
epistolario de Ricardo Gutiérrez Abascal o el de Guillermo de Torre.
El
conocimiento público de este epistolario contribuirá al estudio sobre la vida
literaria, cultural y política española de la época, aportando testimonio
íntimo de unos de los exponentes más importantes de la filosofía
española. Su incorporación al patrimonio español permitiría, además,
enriquecer las interesantes colecciones de epistolarios de autores españoles
contemporáneos que existen en la BNE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario