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Julia Sáez-Angulo
30/3/19.- Madrid .- El escritor
Antonio Muñoz Molina y el crítico de arte Guillermo Solana han entrevistado a
Rodrigo Muñoz Avia, autor de La casa de los pintores, libro publicado
por la editorial Alfaguara. El evento tuvo lugar en Museo Thyssen-Bornemisza en
Madrid. El libro va ilustrado con mas de cien fotografías de la familia. No es
un libro de ficción, pero su narrativa es de novela.
La casa de los pintores es una novela sobre la vida del matrimonio
de pintores Lucio Muñoz (1929 -1998) y Amalia Avia (1930 -2011), que tuvieron
cuatro hijos, uno de ellos narra la historia. Una familia poco menos que feliz,
mesocrática, que llevó una vida de intenso trabajo artístico, amigos de los
artistas de su generación, en especial del pintor Antonio López que entraba y
salía de la casa con facilidad.
Antonio Muñoz Molina señaló que el
libro era como un álbum familiar, una crónica generacional y la manifestación
de una mujer pintora, esposa de artista, que luchó por hacer aforar su obra.
Una “autobiografía esquinada”, por cuanto el autor es uno de los cuatro hijos
del matrimonio que mira, observa de modo discreto y escribe lo que la memoria
le dice.
Un libro que rompe estereotipos
sobre la canonización del artista como un maldito o un monstruo cruel que se
aprovecha de quienes están cerca, añadió Muñoz Molina. En el libro se observa
el trabajo y la disciplina de ambos artistas plásticos que tienen unos horarios
para trabajar en sus respectivos estudios.
El autor Rodrigo Muñoz Avia (Madrid, 1967) dice que su libro comienza
donde terminan las memorias de su madre Amalia Avia, tituladas De puertas adentro. No ha querido hacer
un libro sobre la pintura, sino sobre una relación familiar y personal de sus
protagonistas artistas visuales. Recuerda con emoción como su padre, Lucio Muñoz -artista de la galería Marlborough- al final de
sus días, cuando ya se encontraba mal decía: “Tengo que tener tiempo de hacer
mis Meninas” o la tristeza y complejidad que supuso
deshacer y vaciar el estudio de su padre, tras su muerte temprana.
La
casa de los pintores rezuma de veneración patriarcal al padre –somos
criaturas de nuestra época, señaló el autor-, de amor cercano a la madre, una
mujer cercana, despistada y al final de sus años, víctima de una depresión. “La
depresión de mi madre fue el último tramo de su vida y tiene algo de
indescifrable”, dijo Rodrigo Muñoz Avia en la presentación.
El
autor narra con gracia las relaciones de los artistas con los críticos, no
siempre fáciles, y la sorpresa ante un encargo de presentación de una muestra
de Lucio Muñoz para el Museo Reina Sofia, al crítico Julián Gállego, que se
despachó con una crónica superficial que hablaba poco menos que de “Lucio
agrícola”. Tambien dijo que en el libro no quiso hablar de pintura y que se
propuso “no mencionar la palabra informalismo, por no tener que explicarla”,
quiso centrarse en la casa y las relaciones.
Como final, Muñoz Molina subrayó el interesante
retrato de la galerista Juana Mordó, un personaje extraño y desraizado, a
diferencia de la familia Muñoz Avia tan ubicada y enraizada en sus respectivas
líneas familiares.
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