domingo, 18 de octubre de 2020

Obituario. JOSÉ IGLESIAS BENITEZ, POETA

                               

José Iglesias, poeta


    18/10/20 .- Madrid.- Tomás Calvo me sorprende y acongoja con la infausta nueva de la muerte de Pepe Iglesias, querido y admirado poeta, cuando más tersa su voz era. Le conocí y traté en distintas circunstancias, pero donde le reconozco y ubico es en torno a la poesía. 

    Cortado a bisel, sin esquinas cortantes, con ángulos morenos y agarena melodía. Preciso y medido como un soneto, con el miajón del alma a punto y el mirar en celo, supo acariciar la palabra, o erizarla, hasta identificarla con la sangre del tiempo y la savia de la tierra, rociadas de emoción.

    José Iglesias Benítez, Villalba de los Barros 1955, extremeño de raíz y embajador ajustado del perfume de su tierra, se había convertido en un símbolo de Extremadura, donde estuviere y cuando fuere. En Madrid, allí donde se oía la palabra Extremadura, Pepe estaba detrás, como un centinela de la luz, como un vigía vigilante y agradecido, hermoseando cuanto de ella procedía. 

Era una limpia actitud, una pasión ennoblecida, muchas voces, pero lo más nítida es la de poeta, que se hace luz Cuando el amor me llama, para seguir con libros espaciados, madurados, cantando En esta lenta soledad.  Y todavía Clamor de la memoria, Ritual de la inocencia, Revelaciones…

Es posible que me falte alguno de Sial, que ahora no encuentro. Libros dedicados con cariño y anotados y leídos con lo mismo, todos ellos un joyel, donde las almas se purifican y la imaginación se ensancha. Escritos con acribia, solercia, meguez, ritmo y magia. La palabra embridada y seducida y abandonada a que cumpla su destino.

Santiago Castelo le retrató en un soneto espléndido donde recuerda “que escribe y al hacerlo llora y canta”. Siempre en comunidad con la cultura y el arte, con los pintores que ilustraron sus libros: Rogelio García Vázquez, Félix Malfeito, Cañamero, Yuste ¡Cuántos momentos felices y gustosos entre las paredes de su estudio, con Paco Lebrato, Pedro de Lorenzo, José Miguel y su voz de tenor dulcificada!

Empático, animoso, franco, sonriente, amante de la vida y de las gentes, mollar; era un poeta estricto, insumiso, lúcido, naife, acicalando el tono como si hablara con Dios cuando sólo estaba hablando contigo. ¡Pepe, qué pronto, si fue ayer cuando nos vimos! En Oda a un ruiseñor John Keats, dice: Me duele el corazón y un entorpecimiento soporífero me punza/ el sentido, como si hubiera bebido cicuta/ o vaciado un narcótico lento hasta sus heces…”

Así me deja tu inesperada ausencia, poeta, corazón que latía al ritmo del galope de un caballo y ahora se detiene y nos desorienta y nos deja lluvia en los ojos, faltos de un ruiseñor y sin sosiego.

                                                                                                                  Tomás Paredes                                                                                             

Miembro de AICA Spain


3 comentarios:

Emilio Porta dijo...


Era un gran tipo, así, con estas palabras. Maravillosa persona y escritor. Culto y entusiasta. Llevó como nadie la cultura del Hogar Extremeño y siempre estuvo en primera línea en la promoción de su tierra. Fue también el último Premio de Poesía Manrique de Lara de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. Cuando su gran amigo y espléndido poeta Pablo Jiménez me llamó para comunicarme la noticia me quedé clavado al lado de la ventana de mi despacho mirando al cielo y con una profunda pena y dolor. Tendré siempre el recuerdo de Pepe, su sonrisa, su alegría, su amistad y compañerismo, también en la AEAE. Descansa en paz, querido amigo. Los que te conocimos, valoramos y quisimos no te olvidaremos.

Raúl Daniel Lavalle dijo...

No conocí al poeta. No obstante, el Sr. Paredes, en su nota, me enseña la palabra megüez, que confieso desconocía. Tampoco conocía mego, cuyo origen el diccionario dice que es el latín magicus. ¡Notable! Nuevamente gracias,
Raúl

Fernando Almena dijo...

Querido Pepe: No voy de loas, todas merececidas, me dirijo a ti, directa, virtualmente, con tanta sorpresa como dolor por la noticia de tu partida. Seguro que llevarás como pasaporte en tu viaje nuestro "Miajón de los castúos", nuestra auténtica casta, no esa que usan como arma arrojadiza los políticos actuales.
Te reunirás en el parnaso celestial de los poetas, donde con toda justicia "vas a di", con nuestro querido amigo común, mi pariente, José Miguel Santiago Castelo, que descansa en Granja a unos metros de mis padres. Comparte mi abrazo con el grande que le habrás de dar.
¡Ah!, nuestras tertulias de extremeños, dirigidas por Paco Lebrato, a las que José Miguel me llevó de su mano porque -dijo- era extremeño de pleno derecho, ya que soy andaluz, pero con dos abuelos maternos granjeños, y por parte paterna una abuela castuereña y un abuelo caputbovense, y qué mejor derecho.
Me queda el disgusto de que no se haya hecho el merecido homenaje, a José Miguel del que hablamos, en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. No mi culpa, lo sabes desde ese lugar en que solo existe la verdad.
Goza de la paz, pero no descanses, no pares, poetiza el reino de los cielos, que hasta los agraciados necesitan, además de la divina, la gracia de la poesía. Tu eterna sonrisa ocupará mi recuerdo de ti.