Julia Sáez-Angulo
21.10.20.- Madrid.- Un libro que estudia y cuestiona de modo singular la historia de la filosofía de la música, desde Boecio que habló del “consuelo de la filosofía”, el autor del libro “Filosofía y consuelo de la música”, parangona ese consuelo con la música que además trae y conserva la misma libertad de los ciudadanos. Un libro de 1151 páginas de Ramón Andrés, publicado por la editorial Acantilado, que lleva una rica bibliografía.
Dividido en tres partes, el libro de Ramón Andrés (Pamplona, 1955) se divide en: Los Fundamentos; La Certidumbre, y, La Inquietud. U entre los capítulos: La música ya nace grande, Razón del mito, Pitágoras y la cuenta celeste, Concordancia y discordancia del número, Los caminos azules, Un sonido moral, “Shofía”, danza y delitos contra la música, Virtud (“Areté” y utilidad de la música, y, Una música del desencuentro.
En la segunda parte: La resonancia del ser, Neoplatónicos, El oficio de escuchar, Preguntas de la música. Y en la tercera parte: “Molestias Animae”. Música y Humanismo; Bilis negra, Locura, Música; Los infinitos mundos o la música en círculo, La música. Una sola y larga sílaba…
“Tratar de escribir sobre el consuelo es, a su vez, tratar de perpetuar la música”, se dice en el libro, al igual que “No, la música no es la última de las artes en aparecer, como es costumbre afirmar. Cuando Freidrich Nietzsche circunscribe un nacimiento en “el otoño y el marchitar de su cultura (Nietzsche contra Wagner, v) se está refiriendo a la música de Occidente, a esa que comenzó a fraguarse en Europa a partir de la Edad Media, en los tiempos, en los tiempos de Alcuino de York, de Juan Escoto Eriúgena y su afín y continuador Remigio de Auxerre”. (…)
“La música y la muerte. Una antigua alianza; se necesitan, se frecuentan. Es la única amistad que se cumple en el último mundo, o en la última posibilidad de mundo”, afirma en otro momento.
“El cometido de estas páginas es, solo y en el fondo, recordar a aquellos pensadores que se entregan a reflexionar sobre este are o ciencia y con ello mantener el interés de cada época por la música, bien es cierto que siempre a la sombra de los compositores e intérpretes, que son los que en verdad afrontan la intrincada aventura del sónido”.
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