L.M.A.
El ciclo de conciertos de los miércoles "Componer bajo el Tercer Reich", que ha preparado la Fundación Juan March (www.march.es) para este mes de abril plantea cómo se desarrolla la creación artística en un contexto extremo de alienación humana y explora precisamente esta cuestión en el caso particular de la composición musical en Alemania y en los territorios ocupados entre 1933 y 1945. Los conciertos de este ciclo se transmiten en directo por Radio Clásica, de RNE.
En el primer concierto, el miércoles 7 de abril y que lleva por título “Habitantes de sombras”, la pianista Sophia Hase interpreta obras de Viktor Ullmann (1898-1944), Erwin Schulhoff (1894-1942), Gideon Klein (1919-1945), Günther Raphael (1903-1960) y Karl Amadeus Hartmann (1905-1963).
En el segundo concierto, el miércoles 14 de abril y que lleva por título “Dentro y fuera”, Ane Matxain, violín, y Amaia Zipitria, piano, interpreta obras de Francis Poulenc (1899-1963), Arthur Honegger (1892-1955), Paul Hindemith (1895-1963), Olivier Messiaen (1908-1992) y Erwin Schulhoff.
En el tercer concierto, el miércoles 21 de abril y que lleva por título “Exilios interiores”, el Cuarteto Debussy (Christophe Collette, violín; Dorian Lamotte, violín; Vicent Deprecq, viola; Alain Brunier, violonchelo) interpreta obras de Anton von Webern (1883-1945), Gideon Klein, Viktor Ullmann, Karl Amadeus Hartmann y Erwin Schulhoff.
En el cuarto concierto, el miércoles 28 de abril y que lleva por título “Presentimientos y ecos”, Ana Häsler, soprano, y Enrique Bernaldo de Quirós, piano, interpretan lieder de Carl Orff (1895-1982), Hans Pfitzner (1869-1949), Viktor Ullmann y Richard Strauss (1864-1949).
¿Cómo se desarrolla la creación artística en un contexto extremo de alienación humana? Este ciclo explora precisamente esta cuestión en el caso particular de la composición musical en Alemania y en los territorios ocupados entre aproximadamente 1933 y 1945. Que la mayoría de los sistemas de gobierno han utilizado de distintas formas el arte para su promoción es una constante histórica. Pero esta premisa se hace más evidente en el caso de los regímenes totalitarios del siglo XX. La propuesta de esta serie de conciertos es presentar un panorama variado de la creación musical durante los años del Tercer Reich a través de una selección infrecuente de compositores que bien no pudieron escapar a tiempo, bien decidieron permanecer en su país. Todos ellos acabaron trabajando en un estado de excepción impuesto por el terror que irremediablemente condicionó su creación.
Cada concierto combina autores de algunos de los cuatro perfiles políticos y vitales que se incluyen en el ciclo: a) prisioneros y, en su mayoría, masacrados en los campos de concentración, como Erwin Schulhoff, Pavel Haas, Viktor Ullmann, Gideon Klein y Olivier Messiaen; b) marginados e ignorados por el régimen como Anton Webern y Günter Raphael; c) autoexcluidos de la vida pública y discretamente opuestos a las autoridades en una especie de “exilio interior”, como Kart Amadeus Hartmann y Francis Poulenc (el último en su país ocupado); y d) simpatizantes o colaboracionistas con el Reich en distintos grados, como Richard Strauss, Carl Orff y Hans Pfitzner.
Las obras de estos compositores muestran la pluralidad de estilos y de estrategias compositivas que convivieron en estos años terribles, la complejidad de los mecanismos de control ideológico que trató de imponer el nazismo y los distintos resultados creativos que pudieron generarse en un contexto tan severo. Más allá de la escucha de obras individuales, el ciclo aspira también a plantear otras cuestiones fundamentales como, por un lado, la relación problemática entre vanguardia musical (con la atonalidad expresamente denostada por el Reich) e interés de las autoridades por mostrar al mundo una imagen moderna e innovadora; y, por otro lado, el uso que los compositores hicieron de la música como oposición al sistema o como propaganda política. Unos años llenos, además, de paradojas y contradicciones, como muestra la actitud ambigua en la práctica, pero firme en la teoría, que el régimen mantuvo frente al jazz y al dodecafonísmo.
En definitiva, bajo el Tercer Reich se concitaron compositores con planteamientos artísticos muy heterogéneos y con unas propuestas musicales de gran valor estético como respuesta a los retos compositivos que en estos años cruciales del siglo XX se estaban planteando en Europa. Y todo ello, pese al fatal condicionamiento de un contexto político e ideológico asfixiante, cuando no letal.
Fernando Delgado es autor de la introducción y notas de este ciclo, y al inicio de su introducción pertenecen estos párrafos: “Ningún periodo de la historia ha recibido mayor atención bibliográfica que los doce años de gobierno en Alemania del Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP, Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes).
Paradójicamente, la vida musical alemana de esos años ha sido, hasta hace muy poco, una gran desconocida. Por impe¬rativos de la Guerra Fría, una parte sustancial de la elite mu¬sical del nazismo siguió ocupando los puestos fundamentales de la estructura musical germana de posguerra. La recupera¬ción para la nueva realidad de renombrados intérpretes, mu¬sicólogos y compositores impuso una rápida liquidación del pasado musical nazi. Durante años, la dictadura hitleriana se explicó como un paréntesis de la vida musical alemana, un episodio oscuro y aislado sobre el que se extendía un manto de silencio.
Al mismo tiempo, para esta voluntaria ceremonia de olvido, era necesario crear líneas de interpretación que negaran las responsabilidades personales de los artistas. Según este dis¬curso, la música en el Tercer Reich habría estado estrecha¬mente controlada por un Estado que imponía sus postulados ideológicos-estéticos a todos los creadores.
Como frutos de esa coerción, los productos artísticos realizados en el perio¬do serían –de forma global y por necesidad– inferiores. De este modo, se lograba mantener la creencia en la superioridad moral del “verdadero” artista –aquel que se había resistido a las directrices del régimen– y se negaba la posibilidad de obras de valor estético en un ambiente degradado espiritual y moralmente.
Hubo que esperar a la última década del pasado siglo para que nuevos estudios musicológicos dejasen ver una realidad más compleja: la vida musical bajo el Tercer Reich fue tan intensa y estuvo tan llena de contradicciones que no era posible redu¬cirla a esquemas simplistas. La nueva visión nos ha ayudado a comprender mejor los mecanismos que relacionan el arte y la política y nos ha advertido de que, hasta en el momento más negro de la historia de Europa, deben evitarse identificacio¬nes automáticas entre ideologías y estilos artísticos.
Las consecuencias de la revisión histórica del periodo aún no pueden darse por concluidas. Gracias a los trabajos de los úl¬timos años, se dispone de una imagen bastante detallada de la relación del régimen nazi con la estética musical, el funcio¬namiento de las instituciones musicales durante el periodo y las actitudes de los artistas germanos ante la nueva realidad. Sin embargo, pese a esfuerzos realizados para recuperar a au¬tores específicos –particularmente a los compositores exilia¬dos y a los que murieron en los campos de concentración–, la creación musical de esos años sigue siendo mal conocida.
El ciclo de conciertos organizado por la Fundación Juan March muestra una fotografía actual de las músicas recuperadas, a la vez que ofrece en primicia algunas obras –la sonata de Günther Raphael, las canciones de Carl Orff– prácticamente inéditas en nuestro tiempo. Sin duda, la futura reevaluación de todos los repertorios surgidos en estos años convulsos de la historia europea nos enfrentará con nuevos retos estéticos y morales.”
Los intérpretes
Las obras de estos compositores muestran la pluralidad de estilos y de estrategias compositivas que convivieron en estos años terribles, la complejidad de los mecanismos de control ideológico que trató de imponer el nazismo y los distintos resultados creativos que pudieron generarse en un contexto tan severo. Más allá de la escucha de obras individuales, el ciclo aspira también a plantear otras cuestiones fundamentales como, por un lado, la relación problemática entre vanguardia musical (con la atonalidad expresamente denostada por el Reich) e interés de las autoridades por mostrar al mundo una imagen moderna e innovadora; y, por otro lado, el uso que los compositores hicieron de la música como oposición al sistema o como propaganda política. Unos años llenos, además, de paradojas y contradicciones, como muestra la actitud ambigua en la práctica, pero firme en la teoría, que el régimen mantuvo frente al jazz y al dodecafonísmo.
En definitiva, bajo el Tercer Reich se concitaron compositores con planteamientos artísticos muy heterogéneos y con unas propuestas musicales de gran valor estético como respuesta a los retos compositivos que en estos años cruciales del siglo XX se estaban planteando en Europa. Y todo ello, pese al fatal condicionamiento de un contexto político e ideológico asfixiante, cuando no letal.
Fernando Delgado es autor de la introducción y notas de este ciclo, y al inicio de su introducción pertenecen estos párrafos: “Ningún periodo de la historia ha recibido mayor atención bibliográfica que los doce años de gobierno en Alemania del Nationalsozialistiche Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP, Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes).
Paradójicamente, la vida musical alemana de esos años ha sido, hasta hace muy poco, una gran desconocida. Por impe¬rativos de la Guerra Fría, una parte sustancial de la elite mu¬sical del nazismo siguió ocupando los puestos fundamentales de la estructura musical germana de posguerra. La recupera¬ción para la nueva realidad de renombrados intérpretes, mu¬sicólogos y compositores impuso una rápida liquidación del pasado musical nazi. Durante años, la dictadura hitleriana se explicó como un paréntesis de la vida musical alemana, un episodio oscuro y aislado sobre el que se extendía un manto de silencio.
Al mismo tiempo, para esta voluntaria ceremonia de olvido, era necesario crear líneas de interpretación que negaran las responsabilidades personales de los artistas. Según este dis¬curso, la música en el Tercer Reich habría estado estrecha¬mente controlada por un Estado que imponía sus postulados ideológicos-estéticos a todos los creadores.
Como frutos de esa coerción, los productos artísticos realizados en el perio¬do serían –de forma global y por necesidad– inferiores. De este modo, se lograba mantener la creencia en la superioridad moral del “verdadero” artista –aquel que se había resistido a las directrices del régimen– y se negaba la posibilidad de obras de valor estético en un ambiente degradado espiritual y moralmente.
Hubo que esperar a la última década del pasado siglo para que nuevos estudios musicológicos dejasen ver una realidad más compleja: la vida musical bajo el Tercer Reich fue tan intensa y estuvo tan llena de contradicciones que no era posible redu¬cirla a esquemas simplistas. La nueva visión nos ha ayudado a comprender mejor los mecanismos que relacionan el arte y la política y nos ha advertido de que, hasta en el momento más negro de la historia de Europa, deben evitarse identificacio¬nes automáticas entre ideologías y estilos artísticos.
Las consecuencias de la revisión histórica del periodo aún no pueden darse por concluidas. Gracias a los trabajos de los úl¬timos años, se dispone de una imagen bastante detallada de la relación del régimen nazi con la estética musical, el funcio¬namiento de las instituciones musicales durante el periodo y las actitudes de los artistas germanos ante la nueva realidad. Sin embargo, pese a esfuerzos realizados para recuperar a au¬tores específicos –particularmente a los compositores exilia¬dos y a los que murieron en los campos de concentración–, la creación musical de esos años sigue siendo mal conocida.
El ciclo de conciertos organizado por la Fundación Juan March muestra una fotografía actual de las músicas recuperadas, a la vez que ofrece en primicia algunas obras –la sonata de Günther Raphael, las canciones de Carl Orff– prácticamente inéditas en nuestro tiempo. Sin duda, la futura reevaluación de todos los repertorios surgidos en estos años convulsos de la historia europea nos enfrentará con nuevos retos estéticos y morales.”
Los intérpretes
Sophia Hase (Stuttgart, 1965) procede de una familia de músicos, ha estudiado en Freiburg y en Karlsruhe, y desde 1998 es catedrática de piano del Conservatorio Superior de Música de Salamanca. Ane Matxain (San Sebastián, 1979) inició sus estudios de violín en su ciudad natal y los completó en Bayona, Burdeos y París. Es concertino de la Orquesta Nacional de España. Amaia Zipitria estudia piano y música de cámara en el Conservatorio Superior de Música de San Sebastián, y también en Bayona y Rotterdam. Es pianista acompañante en varias Escuelas y profesora en la Escuela Creativa de Madrid. El Cuarteto Debussy ha conseguido una sólida reputación internacional gracias a sus múltiples grabaciones e interpretaciones en vivo.
Se creó en Francia en 1990 y tiene la sede en Lyon. Ana Häsler nace en La Habana y tiene nacionalidad suiza. La versatilidad de su voz le permite abordar relevantes partes de mezzo y soprano. Ha estrenado obras de Pedro Halffter, Claudio Prieto o Paul Bowles. De este compositor norteamericano ha grabado un cd junto a Ernesto Bernaldo de Quirós (Moscú, 1981). Se forma en el Conservatorio Superior de Madrid y en la escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid. Desempeña su labor pedagógica en varios conservatorios
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