Por Ana
Queral
Hace varios
años realicé más de ciento cincuenta obras que representan cada capítulo de
“Don Quijote de la Mancha” y lo titulé “Ana Queral Pinta El Quijote”. Es una
ambientación integrada por dibujos, tintas, pinturas, esculturas y arte-objeto
y está de gira exhibiéndose en los museos mexicanos. Cervantes en su novela
describe más de doscientos personajes, de los cuales alrededor de treinta son
figuras femeninas. La mayoría de estas mujeres me aparecen fascinantes. Para
dibujarlas y pintarlas, tuve que adentrarme a sus personalidades. Mis ojos de
mujer madre, dentista y artista, captaron, a su modo, sus diferencias y
similitudes. Pude imaginar cómo, con el paso del tiempo, se reflejaba la vida y
experiencias en sus rostros. Supongo que los grabadores como Doré, Ferrant, D.
Martínez, William Hogarth, Dabroun, para nombrar a algunos, también hicieron lo
mismo. Pero Cervantes podía retratarlas literalmente porque le gustaban mucho
las mujeres y era un gran observador. Sus vívidas descripciones me facilitaron
el dibujo de dieciséis personajes que realicé para este escrito. Espero que
“las feas” no se parezcan a ninguna de mis amigas.
Creo que el
verdadero artista no sólo lee a los personajes de una novela; también puede ver
como elementos plásticos, las huellas que el tiempo deja grabado en el cuerpo y
en el alma. Las líneas de expresión, los contornos, sus tonos, texturas y la
relación que tienen entre sí, son un verdadero tesoro. Los defectos y las
cualidades también ayudan a imaginarlas y traducirlas en dibujos sobre papel.
Por ejemplo: sabemos que Dulcinea y Aldonza Lorenzo son una y la
misma, por lo cual sus diferencias radican en la expresión de los ojos y en la
concepción que Don Quijote y Sancho tiene de cada una. Nuestro caballero la
idealiza como la mujer perfecta, el ideal del amor, una reina celestial. Para
Sancho es una simple campesina, pues la ve únicamente con los ojos del mundo
material. Los dibujos resultan diferentes, pero es la misma persona.
Un personaje
que me encantó dibujar es la pastora Marcela. Separé un poco sus ojos
para lograr una cara inteligente y de tez oscura bronceada por el sol. Es culta
y disfruta libremente de la naturaleza, aprende de ella y se llena de paz y
sabiduría. Para mí parece una santa y el sombrero, su aureola.
El sexo
siempre ha servido para conquistar algo o a alguien. Ana Félix es una
mujer bella y valiente que lleva un dolor en el alma. Se disfraza de marinero
para rescatar a su padre injustamente encarcelado. Me costó trabajo imaginarla
vestida de hombre. Entonces le puse unos labios carnosos, fuertes, sensuales,
como si fueran un arma femenina para alcanzar la victoria.
Altisidora, en cambio,
es erótica y, como su nombre lo indica, también altanera, frívola y dispuesta a
conquistar el amor de Don Quijote para que le sea infiel a Dulcinea por órdenes
de La Duquesa. Dorotea no es libertina, pero sí libre, apasionada y
decidida. Se entrega a su novio mujeriego quien la abandona después de
“usarla”, pero no se deja vencer por las lágrimas de traición amorosa; al
contrario, su rostro demuestra la esperanza alegre e inteligente de cuerpo
sensual. Y gracias a su perspicaz belleza, logra casarse con él. No así es Quiteria,
considerada “La Hermosa”, la más bella del pueblo a quien quieren casar con el
más rico. Para mí tiene poco seso, pero muy sana, como una muñeca de porcelana.
Obra de Ana Queral
También Antonia,
la sobrina del Caballero de la Triste Figura, es de pocas luces y la presento
como un rostro cualquiera. Por eso su tío no hablaba mucho con ella, ni tampoco
con El Ama cuarentona que podía ser amable o enojona y la dibujo cuatro
veces, como queriendo encontrarle una identidad. Maritornes trabajaba en
La Venta. “Era ancha de cara, llena de cogote, de nariz roma, un ojo tuerto y
el otro no tan bueno”, la describe su autor. En mi representación gráfica le
añado la inocencia, porque sus pecados habían sido producto de la blandura de
su condición. Tal vez aquello la hizo compasiva con pretensiones de hidalguía y
baños de santidad.
Otra de “las
feas” es Doña Rodríguez, la gobernanta de La Duquesa. Según lo que hacía
y decía, la imaginé dura e iracunda como una bruja con poder y así la pinto. La
Duquesa es otra bruja, pero de diferente manera. Físicamente hermosa, más
el descarado ingenio que tiene para disfrutar burlándose de nuestros héroes, es
de locos y así le puse los ojos, de loca. No cabe duda que Cervantes conoció
todo tipo de locuras, sobre todo cuando estuvo en la cárcel donde metían por
igual a maleantes, desquiciados, enfermos, asesinos, presos políticos y demás.
Muchos de
los personajes femeninos son hermosos por dentro y por fuera, como Camila,
Lucinda, Zoraida María la mora cristiana, Clara de Viedma y hasta
Teresa Panza, esposa de Sancho. Teresa es una figura acabada y completa
de la mujer de pueblo, sencilla, sensible, buena, previsora, francota y amante
de los suyos. Esa es su belleza y en el dibujo está en plena faena diaria.
Representar
a las mujeres del Quijote desde el punto de vista plástico, ha supuesto un reto
y, a la vez, una grata y constructiva experiencia tanto psicológica, como
plástica. Fueron necesarias ambas cosas para llegar a dibujarlas. Los elementos
como las manchas tonales y las líneas suaves y otras gruesas expresan la
dulzura o la agresividad de estos maravillosos personajes que reviven la
multitud de defectos y virtudes que nos caracterizan. Ha sido una experiencia
muy provechosa para mejorar como persona, ya que alimentó mi creatividad e imaginación
y hasta me sirvió como examen de conciencia….
Madrid,
Marzo del 2013
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