Francisco Singul escribe las "Memorias" de Velázquez en una novela
Julia Sáez-Angulo
El número uno de la pintura española, Diego de Silva y
Velázquez (Sevilla, 1599- Madrid, 1660), príncipe de los ingenios pictórico es
el protagonista de la novela “La luz dormida en el espejo”, imaginadas memorias
del artista del Siglo de Oro, escritas por Francisco Singul, historiador
gallego y doctor en Historia del Arte. El libro, que ha sido publicado por la editorial Alvarellos, lleva
un prólogo de Víctor Nieto Alcaide.
Los capítulos del libro sobre Velázquez van recorriendo las
distintas etapas del pintor andaluz: Sevilla; La insatisfacción; Madrid y los
elogios de la Corte; Rubens, la pintura; Viaje al Parnaso, El taller del
Cierzo; Las vanidades del Buen Retiro; Una incierta libertad; Oportunidades
perdidas; El espejo en su luz; Murmurante vanagloria; La esperanza de España;
Las seducciones del mundo, y Memorias sepulcrales.
Francisco Singul
Víctor Nieto Alcaide, catedrático de Historia del Arte de la
UNED y académico de Bellas Artes, dice en el prólogo que la novela es “un
estudio, la edición de un libro de memorias del siglo XVII, un análisis y una
biografía de un pintor introvertido y celoso de su intimidad que ahora aparece
tratado y estudiado de un modo creativo, nuevo y original”.
“Con su apariencia literaria y su condición de “Memorias” el
libro de Francisco Singul es un estudio pormenorizado, planteado desde el
enfoque literario de una autobiografía de la vida y la obra de Velázquez. Todo
el tecto se desarrolla en un bello lenguaje característico de una
autobiografía, sobria, ordenada, pausada como correspondería a la personalidad
flemática de Don Diego”.
Ciertamente el autor se ha metido a fondo en la piel del
personaje y hace muy creíble por fieles estas “Memorias” apócrifas, que son un
recorrido por el siglo XVII y por el corazón de un pintor grande de la Escuela
Española, de quien el Museo del Prado –el gran orgullo nacional y justificante
de una monarquía, cuenta con sus mejores obras.
Velázquez es el creador del cuadro más audaz y misterioso de
la pintura: las Meninas, junto a “La rendición de Breda”, conocido como “Las
lanzas”. Su refinamiento pictórico se fraguó en Italia, adonde fue enviado por
el rey Felipe IV. En Los borrachos o “La fábula de Aracné”, el pintor ofrece
unos primeros planos a los que, en el caso del primer cuadro, se añadió más
tarde una parte superior para darle más espacio, si bien el Museo del Prado la
presenta ahora de manera singular como claro añadido.
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