Julia Sáez-Angulo
15/08/17.- Vinieron para quedarse,
al igual que los coches de alquiler con conductor, en una economía de libre mercado. Todo
es una cuestión de regulación, pero nunca de demonización. Son ahorro e inversión de particulares a lo largo del
tiempo, con el mismo derecho que los capitales de inversión en los edificios de
apartamentos turísticos. Son su economía colaborativa, máxime en tiempo de
sueldos mileuristas o pensiones ridículas. Alegar que encarecen los alquileres
o ventas de pisos y apartamentos es como decir que las casas rurales impiden la
construcción de hoteles en el campo.
Poco importa que los particulares
entreguen sus pisos turísticos a plataformas de alquiler, pues nadie imagina a
unos jubilados con todo el trajín de limpieza y cambio de servicio de los pisos,
simplemente prefieren compartir beneficios con los empleados de esas
plataformas, que también generan puestos de trabajo.
El libre mercado se regula a sí
mismo con la mínima intervención administrativa, pero como los políticos se
pongan a intervenir en las decisiones económicas de los particulares y no de
las sociedades de capitales para el mismo objetivo, será un atropello en contra
de los más desfavorecidos en la pequeña escala.
Cuidado con las intervenciones de
políticos a lo Ada Colau, que con su torpeza desató a la CUP para atropellar al
turismo pinchando ruedas de autobuses turísticos o bicis de empresas que facilitan
servicio a los turistas. Matar la gallina de los huevos de oro de Barcelona y del
resto del país sería nefasto, pero el turismo sostenible nada tiene que ver con
los pisos turísticos, que han ayudado a desarrollar zonas o barrios degradados
de algunas ciudades como Logroño o la misma Ciudad Condal.
Ojo con demonizar los pisos
turísticos en favor de hoteles o apartamentos turísticos. Regularlos para evitar
posibles abusos es lo único que cabe hacer en favor de los pequeños propietarios y los modestos
turistas que logramos ese cómodo alojamiento en vez de los hoteles que han
subido un 25 por ciento en su mayoría.
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