Ángela Reyes
L.M.A.
26.01.15 .- Madrid .- Ángela
Reyes (Jimena de la Frontera. Cádiz, 1946), residente en Madrid desde los doce
años, es cofundadora de la Asociación Prometeo de Poesía, de la que ha sido
secretaria general desde 1980. Es viuda del Juan Ruiz de Torres, cofundador de
Prometeo.
Libros publicados
· 1981: Amaranta,
Col. Poesía Nueva, APP, Madrid.
· 1984: La
muerte olvidada, Col. Puerta de Alcalá, APP.
· 1987: Lázaro
dudaba, Col. Julio Nombela, A.E.A.E., Madrid.
· 1991: La
niña azul (plaqueta), Corona del Sur, Málaga.
· 1992: Cartas
a Ulises de una mujer que vive sola, Diputación de Soria.
· 1997: Breviario
para un recuerdo, Ayuntamiento de Valencia.
· 2000: Hija
de la Frontera (miniantología), Altorrey Edit., Madrid.
· 2001: Carméndula,
Col. Julio Nombela, A.E.A.E., Madrid.
· 2008: No
llores, Poseidón, Edit. Vitruvio, Madrid.
· 2011: Fantasmas
de mi infancia, Edit. Huerga y Fierro, Madrid.
·
En colaboración con Juan Ruiz de Torres
· 1985: Labio
de hormiga, Col. Altazor, Madrid.
· 1987: Calendario
helénico, Col. Altazor, Madrid.
· 1987: Viaje
a la Mañana (y con Alfredo Villaverde), Col. Estrabón, A.P.P., Madrid.
· 1988: Sonetos
para la vida, Col. Altazor, Madrid.
Poemas
0h, Señor,
protege a la muchacha del viento del desierto,
del tam-tam de la arena que irrumpe en los caminos.
Protégela del pífano de piedra
que el siroco no cesa de soplar.
Señor, que no se caigan los lunares
que giran en su cuerpo. Su luz es más precisa
que el resplandor que Aldebarán ofrece
al beduino cuando se adentra en el simún
con su mula cargada de algodón.
El viento sopla recio y la mujer avanza
seguida por la perrería que soltó la tormenta.
Si le quitaras un lunar
caería en las dunas como grano de alpiste.
Ella los quiere todos juntos,
porque le son precisos
como preciso es al camellero
un vaso de agua de cebada.
Después de tanto tiempo
de estar sentada en el pasillo, atenta a que la muerte
saliera del ropero, con sus plumas de garza
y la boca de artista callejera,
ayer murió tu abuela chica.
Por mayo, la tormenta ahogó su corazón
pero ella siguió ensartando las cuentas del collar.
En lo hondo del cuerpo, como avellana seca,
latía el rostro de su madre. Latía y le prestaba
su aceite más caliente para seguir viviendo.
Después, los vientos de diciembre le agitaron con odio
y quedó convertida en rosa de papel
que no se reflejaba en los espejos.
Pero los muertos que llevaba dormidos en el vientre,
huéspedes de su sangre y de su bilis,
aquellas vagas criaturas le tomaban la mano
y arrimaban la aguja al ojo de la perla
y su collar siguió creciendo.
Ayer vino el verano. El sol lamió sus canas,
le rehizo las trenzas y las ató con hebras de algarrobo.
Y se quedó adormecida para siempre.
La abuela de tu abuela se fue con sus pecados
enrollados al cuello.
Formaban un collar de cuatro vueltas
que quiso mucho más que al hombre de su casa.
Ángela Reyes
No hay comentarios:
Publicar un comentario