Julia Sáez-Angulo
El 25 de
marzo, la Anunciación o la Encarnación, es una fiesta grande en la Iglesia
Católica, aunque no haya dispuesto día festivo para ella. En la misa del día se
leen dos epístolas y se reza el Credo, como en una fiesta dominical.
Ciertamente que se encarne el Hijo de Dios entre los hombres, por medio de una mujer,
a quien interroga el arcángel San Gabriel, es todo un acontecimiento: ¡la gran
noticia! San Lucas la narra muy bien en el Evangelio.
Esta
escena ha sido muy representada por los artistas y en El Greco merece una atención
especial en cuanto que, según el profesor Fernando Marías, el pintor cretense distingue
muy bien la Anunciación del Arcángel san Gabriel a María, y la Encarnación del Verbo
de Dios en el seno de María.
La
Anunciación transcurre en una estancia humana, cotidiana, real y palpable en su
ambiente, mientras que la Encarnación se presenta en una atmósfera celestial,
porque la Virgen ha respondido afirmativamente “Hágase en mi tu Palabra” –el Fiat latino- y por tanto Dios se ha
abajado a estar ente los hombres. ¡Se ha hecho carne!
Cuando
se reza el Ángelus, oración que recuerda la salutación del ángel y la Encarnación, hay tres momentos que se distancian uno de otro según las palabras
invocadas:
1.- El
ángel del Señor anuncio a María…
2.- He
aquí la esclava del Señor…
3 .- El
Verbo se hizo hombre… Y acampó entre nosotros.
Es el
tercer momento el más importante, el que constituye la Encarnación. El primero
es la Anunciación y el segundo la pregunta de María, una mujer inteligente, pues
alega que no conoce varón, pero se entrega como esclava al Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario