Julia
Sáez-Angulo
El Relicario del Real Monasterio de
la Encarnación de Madrid es el título
del libro llevado a cabo para conmemorar el V centenario del patronato real. Esta
fundación conventual hoy cuenta con trece religiosas y el mayor y mejor
relicario visitable con 742 piezas entre arquetas, cruces, urnas… todas ellas
dispuestas sobre ménsulas de madera a
ambos lados de un altar que preside la bella estancia con espléndidos techos
pintados junto a la sacristía.
En el
acto de presentación estuvieron, además del presidente de Patrimonio Nacional,
Alfredo Pérez de Armiñán, el capellán de la iglesia, don Joaquín Martín Abad y
la coordinadora del libro.
La
mayor parte de los relicarios y reliquias que integran la lipsanoteca del
monasterio proceden del oratorio privado de Margarita de Austria, promotora del
cenobio, que tenía sus aposentos en el cercano alcázar, hoy palacio real.
Todo
un sanctasanctoórum, así se define a este célebre Relicario de la Encarnación
de carácter religioso y artístico al mismo tiempo, que sigue enriqueciéndose
con nuevas reliquias de santos como los de san Alonso de Orozco, san Ezequiel o
santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein). En el relicario se encuentra la célebre ampolla con la sangre de san Pantaleón, que se licúa cada año en su festividad durante el mes de agosto.
El
libro, ricamente ilustrado de fotografías ha sido coordinado por M Leticia
Sánchez Hernández y en él participan los autores: Pilar Benito, Carmen
García-Frías, M Jesús Herrero, Fernando A. Martín y Gabriel Moya Valgañón.
El
Relicario de la Encarnación acoge además de las reliquias, 35 de ellas con
“Auténtica” y el resto con la historia de su procedencia, un conjunto de más de
40 pinturas devocionales de carácter miniaturesco montadas en marcos, con o sin
reliquias, que se integran en el Relicario de la estancia capilla que nos
ocupa.
El
monasterio de la Encarnación fue fundado por los Reyes Felipe III y Margarita
de Austria. La primera piedra se puso en 1611 y la culminación del complejo
monacal tuvo lugar en 1616. Desde sus inicios está habitado por religiosas
agustino-recoletas, entre las que hoy se encuentran una argentina, dos
mexicanas y una filipina.
La
iglesia de la Encarnación está abierta al culto en el madrileño barrio de
Palacio.
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